jueves, 3 de diciembre de 2009

Del Putumayo al Chururú

Por Douglas Zabala

Raúl Reyes y sus 16 guerrilleros quedaron esparcidos, casi sembrados aquel 1 de Marzo en el caserío de Santa Rosa, en la Provincia de Sucumbío del Ecuador revolucionario de Correa. Los Maniceros con su equipo de fútbol, la oncena completa menos el sobreviviente perdieron también su último juego, allá en el pueblito del Chururú en el Municipio Fernández Feo, de la Venezuela Bolivariana de Hugo Chávez. Dos pueblos, dos tiempos, dos fronteras y un sólo enemigo: la violencia, la violencia de Estado y la violencia de los grupos irregulares, que ni Uribe ni la oligarquía colombiana, ni todas su bases militares podrán acabarla si previamente no hay justicia como la soñó Jorge Eliécer Gaitan.

De un sólo tirón por las calles de Bogotá tambien fueron esparcidos mas de doscientos mil victimas, a raíz de que en el barrio la Candelaria como a la una y media de la tarde de varios tiros, en el zaguán del viejo edificio Agustín Nieto, cayera asesinado el líder liberal, el disidente fundador de la UNIR –Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria- aquel 9 de abril en 1948. De manera que este llamado casi lastimero que acaba de realizar este arrogante paraPresidente, no nos puedes agarrar desprevenidos.; él que a los 61 años de aquella insurrección popular sigue amenazando no sólo a su país, sino a casi todo el continente, no puede ahora con esta nueva masacre venir a decirnos que "a nosotros nos duele por igual un crimen aquí o un crimen allá".

De dolor y sangre vertida por los caminos de Urubá, la Gabarra, y hasta en El Aro, en Ituango de Antioquia, de cuando “el barito” fue su gobernador, conocen bastante los colombianos. Es droga, narcotráfico y sicariato, lo impulsado por la godorria que asaltó aquella tarde al Estado de la Colombia de Bolívar. Es resistencia, organización y lucha revolucionaria armada, el único camino que le han dejado a los que se niegan a malvivir en una sociedad dominada por la violencia misma.

La ONU, la Comunidad Económica Europea y la OEA, que hoy claman por el Estado de derecho violentado en Honduras, muy bien pudieran voltear la mirada; no hacia los maniceros secuestrados y asesinados este sábado 24 de Octubre, deben hacer un alto en sus deliberaciones y fijar su atención en el señor Uribe, en su Estado paramilitar, en su terquedad de pretender imponer; aun a costa del profundo rechazo que la UNASUR le hiciera en Bariloche, las bases militares que como pólvora ardiente extenderán la violencia más allá del Putumayo, la amazonía del Guaviare y el mismo Chururú.

Los que regaron con su sangre las montañas tropicales del Municipio Fernández Feo del estado Táchira, no eran guerrilleros, ni bandoleros y mucho menos paramilitares. Eran en su mayoría colombianos que al igual que los otros que han perdido la vida en esa tragedia que comenzó con la bala que mato a Gaitan; hoy le dicen al mundo, que paren esa matanza, que reinstalen de nuevo las mesas para la negociación, el dialogo y la paz. Chávez, Correa y Lula deben convocar y promover el debate en la región, para obligar a Uribe a dar respuestas de paz a la violencia desatada. Hagámosles saber que el terrorismo no tiene frontera y que estamos dispuestos a conquistar la paz sin frontera, recordándole que ella se logra no sólo con las canciones de Juanes.

zabala.douglas@gmail.com

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