REPENSAR LA ESCUELA
NO PODEMOS SEGUIR MANEJANDO EL CRITERIO, QUE LA PEDAGOGÍA ES LA CIENCIA QUE ESTUDIA EL PROCESO DE ENSEÑANZA-APRENDIZAJE. TAL
APRECIACIÓN RESPONDE AL COLONIALISMO Y A LA OCCIDENTALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN,
PUES LA MISMA TIENE QUE SER UN ACTO ONTOCREADOR DE RELACIÓNES PROFUNDAMENTE
HUMANAS, DONDE SE INTERCAMBIAN Y SE PRODUCEN EN EL MARCO DE LA REBELIÓN DE LOS
SABERES, EL CONOCIMIENTO QUE POSEEN NUESTROS PUEBLOS,
PARA LA COMPRENSIÓN Y LA TRANSFORMACIÓN DE LA REALIDAD QUE NOS RODEA, EN LA
BÚSQUEDA DEL BIENESTAR COLECTIVO.
ENRIQUE CONTRERAS RAMÍREZ
El padre Cesáreo de Armellada (
Historiador religioso,
periodista,
escritor hispano-venezolano,
que convivió, estudió y aprendió la cultura de los indígenas de la etnia pemón,
al sur de Venezuela
y que, entre otros logros notables, desarrolló la primera gramática y
diccionario de la Lengua
Pemón.); nos indica que en el proceso
colonizador nace el primer intento de
educación sistemática en América Latina para reforzar ideológica y
políticamente el dominio colonial. Esa educación comprendía la enseñanza de las
matemáticas, el castellano y la enseñanza de la religión católica.
La matemática se enseñaba con el
objetivo de que los “indios” manejaran las cuatro operaciones
fundamentales: la suma, resta, multiplicación y división, de esta manera podían
rendir cuentas claras al encomendero. La enseñanza del castellano tenía como
finalidad de eliminar los códigos lingüísticos, ya que al colonizador se le
dificultaba la comunicación con los aborígenes, por las diferentes lenguas que existían
y la enseñanza de la religión católica para hacerle creer a la población
originaria que su condición de esclavo era mandato divino.
LA SUBALTERNIDAD
Dentro
de éste esquema de la educación colonial, vamos a encontrar el origen de la
sociedad disciplinada para obedecer en medio de la concepción de la
subalternidad, bajo el argumento de la misión civilizadora y donde se busca y
se obliga, en medio de esas relaciones de poder, que el colonizado manifieste
la imagen del colonizador y de esta imposición que perdiera su origen, su identidad y su
cosmovisión del mundo.
De allí, que en esa escuela se
desprendía el proyecto de domesticar y “civilizar” a las poblaciones
originarias, en el criterio y la concepción de una educación basada en la
idea de repetir, imitar, obedecer, temer
y disciplinar.
Es así, como se da comienzo a la
desindianización, entendida esta como: “un proceso histórico a través del cual
poblaciones que originalmente poseían una identidad particular y distintiva,
basada en una cultura propia, se ven forzadas a renunciar a esa identidad, con
todos los cambios consecuentes de una organización social y su cultura. La
desindianización no es resultado del mestizaje biológico sino de la acción de
fuerzas etnocidas que terminan por
impedir la continuidad histórica de un pueblo como unidad social y
culturalmente diferenciada”. (Bonfil Batalla. México Profundo. Edit.,
DEBOLSILLO. México 20013, pp. 42).
En éste marco de la sociedad colonial, nace en el subconsciente colectivo
latinoamericano el complejo de inferioridad, al creer que todo
lo que viene de ese eurocentrismo representa “la verdad absoluta” y por lo tanto hay que
asumirla como tal.
Por esta situación, es que muchas
veces y en múltiples ocasiones aceptamos como verdades absolutas,
construcciones teóricas que vienen de ese pasado colonial que arrastramos hasta
nuestros días, pero lo peor de todo éste escenario, es que parte de ese “saber”
ha construido en la mayoría de nosotros la personalidad de lo que hoy somos,
constituyendo un sujeto atrapado y alienado en medio de un “conocimiento” que
sólo le sirve al que coloniza, en un proceso donde la única relación social
existente es entre dominante-dominado, es ese proceso alienante lo que no nos permite ver nuestra propia sumisión. Y no se
nos permite ver, porque en el
subconsciente se manifiesta el cuento permanente, como buenos colonizados, que
en 1492 el naufrago llamado Colón le manifiesta a Europa, que nuestro
continente Abya Yala estaba constituido
por una población de indios que eran caníbales salvajes, sin religión
que necesariamente había que civilizarlos, domesticarlos y someterlos para que
sirvieran a Dios y a la Corona.
¿HA CAMBIADO ESE PASADO?
En
medio de ésta realidad, que no han podido ocultar de ese pasado colonial,
nuestros modelos socio-económicos de vida, han arrastrado esa vieja concepción
y nuestros sistemas educativos han respondido en gran parte a esta situación.
La dimensión ideopolítica del pasado
colonial, ha cambiado de forma, pero el fondo, el propósito, el fin y el
objetivo no se diferencian en nada de ese pasado y encontramos entonces que los
modelos de sociedad que se conocen hasta ahora, llámese capitalismo o
socialismo, pretenden imponer su pensamiento único, su concepción de la vida,
su cosmovisión del mundo, “trasmitiendo”
sus “saberes” a los pueblos, no importándoles si el modelo que imponen
responden a la realidad de las regiones que pretenden o que quieren dominar,
colonizar y para tales fines UTILIZAN
la educación como instrumento ideológico para enajenar y ponerla al servicio
del modelo propuesto en la misma relación de ese pasado colonial-es decir- una relación
entre dominante-dominado, opresor-oprimido, se quiera o no reconocer esta
situación.
Aquí,
es donde entra con mucha vigencia el pensamiento de nuestro Simón Rodríguez:
“ Dónde iremos a buscar modelos?...
-La América
Española es original = ORIJINALES han de ser sus instituciones i su Gobierno =
i ORIGINALES los medios de fundar uno i otro.
O inventamos o
Erramos “
Ambos modelos (socialismo y
capitalismo) en su dimensión ideopolítica proyectan un sistema educativo
institucionalizado, con maestros institucionalizados y con alumnos
institucionalizados, donde se ENSEÑA a
imitar y reproducir el modelo dominante. Su pedagogía discursiva y su pedagogía
del hacer, sólo responde a la clase que domina y está al servicio del Estado, del partido y de la clase
política que gobierna y yo me pregunto: ¿cuál es la diferencia con el ayer? La educación colonial promovía una enseñanza que tuviese
un valor UTIL al servicio de Dios y
del Estado Metropolitano Español –en otras palabras- UTIL a Dios y al Rey.
Hoy, esa educación cambia de forma, pero el objetivo, el propósito y el fin
sigue siendo el mismo, los sistemas educativos siguen estando al servicio del
llamado ESTADO y de la clase que
domina, clase que se encuentra al servicio de manera incondicional a la
ideología que dice representar a cambio de cuidar sus propios privilegios.
Nuestro
Sistema Educativo no puede seguir siendo un acto de enseñanza, donde un maestro
institucionalizado le enseña a un estudiante institucionalizado, donde no hay
una relación verdaderamente humanística y donde el alumno es simplemente un DEPOSITO, pues el
maestro coloca en su cerebro el “conocimiento” que le conviene al que domina en
una relación vertical (de arriba hacia abajo), donde no existe el diálogo y el
llamado saber institucional es un
“conocimiento” impuesto y que debe reconocerse
como única expresión de verdad
que se deposita en el alumno, es lo que el Prof. Paulo Freire llamaría la
concepción bancaria de la educación.
Para
el Prof. Freire, en mi humilde interpretación, el llamado “conocimiento” no se trasmite, se
construye en medio de nuestras propias realidades y es una construcción
colectiva, profundamente humana y transformadora. Esa construcción colectiva,
llena de amor, esperanza y redención, redescubre la palabra autentica y
entiende que esa palabra implica reflexión-acción, conduce a la toma de la
conciencia crítica, conciencia crítica que desaliena y que saca del silencio
tanto al alumno como al docente, en función de transformar las realidades que
establecen los estados de injusticia social y ese conocimiento surgido de la reflexión colectiva, de la
investigación y del ejercicio real de la búsqueda de la verdad de nuestras
propios quehaceres, sirve para eso, para transformar, para cambiar y salir del
entrampamiento en que nos han sometido los procesos colonizadores.
En
los niños y adolescentes, se encuentra una realidad que el maestro tiene y está obligado a encontrar, para poder
entender la cotidianidad de la vida de sus discípulos, donde él también se
encuentra sumergido, esto permitirá a lo que el libertador refiriéndose a las
enseñanzas de el maestro Simón Rodríguez le indicó: “Ud. guio mis pasos; estos pasos dirigidos muy
anticipadamente por Vd. Mismo. Vd. Formó mi corazón para la libertad, para la
justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. Me
señaló”.
PENSAR COMO
NOSOTROS Y NO COMO ELLOS
Hay
quienes piensan, producto de ese transcurso alienante que los latinoamericanos
somos incapaces de romper las cadenas que arrastramos de ese pasado y presente
colonial, que nuestra condición de dominados, ya forma parte de nuestra
naturaleza individual y colectiva y que la nueva realidad de un mundo
globalizado, nos condena eternamente a seguir bajo la tutela del que domina,
producto de esas relaciones de poder que lo mantiene como amo y señor de los escenarios
que el poder promueve.
Pero
a lo largo de nuestros procesos históricos, siempre ha surgido el contrapoder
de ese poder, es la lucha de clases que se manifiesta permanentemente,
expresión de las contradicciones que encierran las sociedades o modelos
económicos injustos, es más, la lucha de los pueblos por la emancipación de sus
respectivas patrias, ahora va más allá de la lucha de clases, pues se presenta
la lucha de valores contra valores, que reclama el respeto a la idiosincrasia
de los pueblos y a su cosmovisión del mundo.
Desde la misma resistencia
aborigen, pasando por la guerra de independencia hasta nuestros días, nuestros
pueblos se han resistido y se han rebelado frente a la opresión y como ejemplo
podemos tomar lo que en una oportunidad señalara el propio Francisco de
Miranda: “Unámonos por nuestra libertad, por nuestra independencia. Que
desaparezca de entre nosotros las odiosas distinciones de chapetones, criollos
o mulatos, etc. Estas sólo pueden servir a la tiranía, cuyo objeto es dividir
los intereses de los esclavos para dominarlos unos por otros”. (Proclama.
Londres, 1801. A.G.M., XVI, pp106).
Es hora de que entendamos que el
eurocentrismo ha marcado siempre limites para el conocimiento en nuestro
continente Abya Yala, que nuestra realidad es otra y que por lo tanto nuestros
análisis no deben estar a la “luz” de quienes siempre han establecido relaciones
de poder para establecer criterios que no tienen nada que ver con nuestras
propias verdades.
Tenemos
que entender que una educación liberadora, tiene que alzar la voz frente a la
injusticia de manera colectiva para desalojar el dolor de millones de seres
humanos producto del hambre y la miseria en que viven, una educación liberadora
tiene que lograr que nuestro cielo y nuestros mares sigan siendo azul y no gris producto de la
contaminación ambiental, para que nuestros jardines se llenen de colores y
nuestros bosques sigan siendo verdes, para que los cañones que disparan no se
vuelvan a escuchar, para que el sol salga para todos y de luz al pensamiento y
a la reflexión, una educación liberadora tiene que enseñar a escribir versos de
amor por la humanidad, una educación liberadora tiene que buscar caminos para
un mundo feliz y que aprenda a escuchar. En otros términos una educación
liberadora tiene que enseñar a que la
utopía puede plasmarse en la cotidianidad de la vida.
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