domingo, 19 de abril de 2009

Ley Orgánica para la Equidad e Igualdad de Género en Venezuela:
Se les ve el bojote

Jueves, 09 de Abril de 2009

El 20/03/2009 los medios de comunicación de Venezuela y agencias de noticias internacionales difundieron profusamente que la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela legalizaría próximamente las uniones homosexuales como “asociaciones de convivencia”. La vocera fue la diputada Romelia Matute. A los pocos días, la también diputada Marelis Pérez, echó por tierra lo declarado por la diputada Matute.
La propuesta, planteada por la diputada Romelia Matute, quien es integrante de la Comisión Permanente de Familia, Mujer y Juventud de la AN, consiste en la incorporación de un nuevo artículo en la Ley Orgánica para la Equidad e Igualdad de Género (en discusión en la AN), que dice lo siguiente:
Toda persona tiene el derecho a ejercer la Orientación e Identidad Sexual de su preferencia, de forma libre y sin discriminación alguna, En consecuencia, el Estado reconocerá las asociaciones de convivencia constituidas entre dos personas del mismo sexo, por el mutuo acuerdo y el libre consentimiento, con plenos efectos jurídicos y patrimoniales.
Quien en ejercicio de la libertad a que se refiere el presente artículo cambiare de género por causas quirúrgicas o de otra índole tiene derecho al reconocimiento de su identidad y la expedición o modificación de los documentos asociados a la identificación. Así mismo, el estado garantizará los medios médicos asistenciales que sean necesarios para su cabal inserción y reconocimiento social en condiciones de igualdad.
Hasta hace pocos días, casi nadie había notado la existencia de este proyecto de ley, pero apenas trascendió en los medios de comunicación de masas el contenido del mencionado artículo, empezaron a surgir en diversos foros de internet múltiples opiniones que pueden ser englobadas en posiciones a favor o en contra de la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo.
Extrañamente, el párrafo que abre la puerta para el derecho a la identidad de género, no era mencionado en las notas de prensa ni en las discusiones que se estaban dando en el país.
El tema de las asociaciones de convivencia entre personas del mismo sexo equivocadamente llamado en los foros y declaraciones públicas como matrimonio gay parece haber metido el dedo en la pústula de los prejuicios que en materia de la sexualidad todavía imperan en nuestro país.
Empezaron a escucharse los gritos airados de los defensores de los valores familiares. Se manifestaron los patronos de los valores sociales que las lesbianas, homosexuales y demás especies extrañas estamos destruyendo. En un momento determinado, sentí que estaba escuchando a los herederos de la España franquista y no a ciudadanos de una república socialista.
Desde que salió la noticia, suponíamos que la iglesia católica y evangélica ya estarían armando un importante cabildeo para influir en el voto de l@s diputad@s de la Asamblea Nacional. Influencia que no había que desestimar, dado el fuerte ascendiente que las creencias religiosas tienen en muchos de ell@s.
Estábamos planeando estrategias para activar nuestra presencia en los medios de comunicación y en la calle, cuando nos enteramos de que la diputada Marelis Pérez Marcano -presidenta de la mencionada Comisión- afirmó que la Asamblea Nacional no estaba dispuesta a legislar sobre el reconocimiento legal de uniones de personas del mismo sexo y, seguidamente, expuso las razones que las mujeres y la diversidad sexual estamos cansad@s de oír: no es el momento.
En su lugar, y como una forma de limpiarse la cara, propone el siguiente artículo:
El derecho a toda persona a vivir una sexualidad placentera, responsable y libremente decidida y la capacidad de ejercer la orientación sexual e identidad sin discriminación y en condiciones de igualdad.
¿Se supone que debemos estar agradecid@s?
Además, la diputada Pérez Marcano explicó que tampoco se incluirá en esta ley la regulación del aborto porque esta “inquietud” se va a llevar a la Comisión de Política Interior para ser introducida en la redacción del nuevo Código Penal, como si fuera una cuestión de delito y no de derechos humanos y políticas públicas en salud sexual y reproductiva.
Ante este penoso panorama no queda más que confirmar que vivimos en una sociedad mojigata y profundamente gazmoña. La discusión y la aprobación de leyes que reconozcan nuestros derechos ciudadanos está en manos de un@s diputad@s, supuestamente socialistas, que, excepto en contados casos, tienen una formación política e ideológica muy básica, les apesta todo lo que huela a feminismo y, por supuesto, evaden afrontar los temas relacionados con la diversidad sexual.
Ell@s siempre van a afirmar que no es el momento para discutir nuestros derechos, por muchas razones, entre las que destaco:
Much@s de ell@s son los primer@s en sentirse escandalizados y asqueados ante la posibilidad de reconocerle los derechos a tod@s l@s rarit@s que pululan por Venezuela.
Prevalece la idea de que todo lo relacionado con el sexo y la sexualidad son asuntos de la vida privada y no tiene nada que ver con la “gran” política.
Tienen una concepción muy pragmática de la política y sólo calculan el costo político de tocar este tipo de problemas.
No son socialistas de ningún siglo (ni del XIX, ni del XX, mucho menos del XXI), sólo están llenos de puras palabras huecas. En cualquiera de los casos, las consecuencias son las mismas: seguiremos siendo, por un considerable tiempo, ciudadan@s de segunda categoría dentro de un país donde se pregona la justicia, la igualdad y la inclusión para tod@s l@s venezolan@s, sin ningún tipo de distinción.
Est@s diputado@s son, un@s irresponsables, ya que a la hora de tomar este tipo de decisiones que afectan a un amplio sector de la población, no se toman la molestia de investigar sobre estos temas, ni estudian cómo es la situación en otros países, ni analizan cuáles son las convenciones internaciones que nuestro país ha suscrito.
Muchas veces, para exponer los avances alcanzados por las mujeres en nuestro país, se ha afirmado que hay más mujeres en posiciones de liderazgo dentro de las diferentes instancias del Estado y dentro de las organizaciones sociales. Es verdad, y sin dudas significa un cambio fundamental con lo que sucedía en el pasado inmediato, pero es insuficiente.
Sobre todo si las funcionarias y lideresas políticas reproducen eficientemente la mentalidad androcéntrica y heterosexista hegemónica. Nada se podrá avanzar si no tienen una mínima comprensión de las consignas históricas del feminismo de la igualdad, ni que decir de tener un nimio conocimiento de los presupuestos teóricos de los feminismos del siglo XX y XXI.
Las diputadas no se interesan por el tema ni siquiera para imitar a Chávez, quien se ha declarado varias veces feminista (lo cual, aunque el presidente no tiene pleno conocimiento de lo que significa, es un gesto de gran importancia en un país donde se cree que feminista es una especie de insulto).
Lamentablemente, esta situación también muestra la debilidad y poca influencia política que tenemos los grupos feministas y sexodiversos. L@s diputad@s se sienten con el derecho de decidir sobre nuestras vidas y de incidir sobre nuestros derechos ciudadanos, sin tener que verse en la mínima obligación de consultarnos. Hay la percepción de que pueden pisotearnos sin que a nadie le importe y sin que hagamos nada.
Esta situación, independientemente de las acciones de diverso tipo que estamos planeando tomar, debe llevarnos a una evaluación de los errores que hemos cometido en nuestra concepción de nuestras prácticas políticas. Por los momentos, urge reaccionar con contundencia y como un bloque.
Tenemos que convertirnos en una molestia constante, hay que obligarlos a discutir estos temas, tienen que vernos, tienen que oírnos, tienen que confrontarnos. Los vamos a desenmascarar en su incoherencia y en su incongruencia.
Ustedes, diputad@s de la Asamblea Nacional, tod@s, son cómplices por su silencio. Tod@s son un@s farsantes que escupen e irrespetan los principios fundamentales del socialismo por el cual se han sacrificado y han muerto tantas personas. No saben nada de historia. No saben nada de los grandes avances que las sociedades han alcanzado gracias al socialismo y a socialistas consecuentes. ¿Cómo pueden mirarse al espejo? ¿Cómo pueden llamarse socialistas y ser partícipes de la discriminación? Ustedes no llegan siquiera a ser liberales. Ustedes no son socialistas, no saben lo que es eso, simplemente repiten como unos loros esta palabra, creyendo que esto basta para investirlos de la condición de revolucionarios. Les tengo malas noticias, se les ve el bojote. Más temprano que tarde el tren de la historia les pasará por encima y quedará en evidencia lo que realmente son: un@s pacat@s, miedos@s, curer@s, sexistas, misógin@s, capaces sólo de sentir repugnancia hacia tod@s l@s que no entramos dentro de su estrecha visión del mundo.
Guadachi
Universidad Central de Venezuela
Frente de Liberación Nacional
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN)
30 de Junio de 1962

CARTA DE RENUNCIA DE FABRICIO OJEDA

Caracas, 30 de junio de 1962.

Señores
Presidente, Vicepresidente y
demás miembros de la Cámara de Diputados
Palacio Legislativo
Caracas.

Distinguidos colegas:

En el primer aniversario de la suspensión de las garantías Constitucionales, un grupo de estudiantes de la Universidad Central y yo, hicimos una promesa de extraordinaria significación. Estábamos en el Cementerio General del Sur, frente a la tumba de Alberto Rudas Mezzone - uno de los tantos jóvenes caídos en la lucha por la libertad -, allí levantamos las manos y las voces y juramos: que el sacrificio de nuestros mártires no sería en vano. Juramos continuar sus pasos y cumplir su obra, para que la sangre derramada retoñase en nueva vida para el pueblo.
Y desde entonces comenzamos a prepararnos para el cumplimiento irrenunciable. Con este objetivo, redimir al pueblo haciendo honor al sacrificio de sus mártires, hemos trabajado sin descanso, hemos luchado sin cesar. Ahora a mí, solo me queda, como decía un insigne pensador latinoamericano, "cambiar la comodidad por la miasma fétida del campamento, y los goces suavísimos de la familia por los azares de la guerra, y el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno del pantano, y la vida muelle y segura por la vida nómada y perseguida y hambrienta y llagada y enferma y desnuda".
Es por ello, colegas Diputados, que vengo ante ustedes a expresar la decisión de dejar el Parlamento - este recinto que pisé por voluntad del glorioso pueblo caraqueño, hoy oprimido y humillado -, para subir a las montañas e incorporarme a los compañeros que ya han iniciado el combate y con ellos continuar la lucha revolucionaria para la liberación de Venezuela, para el bienestar futuro del pueblo, para la redención de los humildes. Estoy consciente de lo que esta decisión implica, de los riesgos, peligros y sacrificios que ella conlleva; pero no otro puede ser el camino de un revolucionario verdadero. Venezuela - lo sabemos y los sentimos todos -, necesita un cambio a fondo para recobrar su perfil de nación soberana, recuperar los medios de riqueza hoy en manos del capital extranjero y convertirlos en instrumento de progreso colectivo. Necesitamos un cambio a fondo para liberar al trabajador de la miseria, la ignorancia y la explotación; para poner la enseñanza, la técnica y la ciencia al alcance del pueblo: para que el obrero tenga trabajo permanente y sus hijos amparo y protección. Venezuela, en fin, necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegios de escasas minorías. Pero nada de esto podrá lograrse en un país sub-desarrollado y dependiente, como el nuestro, sino a través de la acción revolucionaria que concluya con la conquista del Poder Político por parte del pueblo. De otra manera, tanto los instrumentos de poder, como los medios de riqueza, continuarán en manos de los monopolios internacionales y de las castas oligárquicas del país, con la consiguiente explotación de los trabajadores, la proliferación del hambre y la miseria y el abandono permanente del pueblo. Esta situación precisa una transformación estructural que cambie el sistema formalista de la democracia por la efectiva realización de la misma: es decir, que arrase con todo lo podrido, con todo lo injusto, con todo lo indigno de nuestra sociedad y en su lugar erija una nueva vida de justicia y libertades.
A estas alturas de la historia, cuando un vendaval de renovación sacude al mundo, los venezolanos no podemos permanecer aferrados a una vida política, sin perspectivas de futuro y que mantiene al país sumergido en el subdesarrollo económico, en el atraso crónico y al pueblo, doblegado bajo el peso constante de la miseria y la ignorancia y el hambre. Venezuela es un país privilegiado por la naturaleza. Las entrañas de su tierra están pobladas de riqueza y sobre la superficie crecen montañas de dinero. Pero estas riquezas y este dinero sólo van a parar a los bolsillos de los grandes tiburones de la política nacional e internacional, mientras que el pueblo, dueño de ellas, se debate entre la angustia de no poseer nada y el dolor de su precaria situación económica. Este país, donde se produce tres millones de barriles de petróleo diariamente y mas de veinte millones de toneladas de hierro cada año, donde las empresas extranjeras que lo explotan acusan utilidades que sobrepasan los mil quinientos millones de bolívares anuales, vive un drama terrible con centenares de miles de obreros sin trabajo, con centenares de miles de campesinos sin tierra, con centenares de miles de niños abandonados y sin escuelas, con centenares de miles de analfabetos, con legiones de indigentes que escarban en los desperdicios en busca de alimentos y centenares de miles de hombres y mujeres sin techo que se arrastran hacinados en ranchos insalubres, sin la menor protección social, sanitaria o económica. Este país que es el mas rico de toda la América Latina, muestra ante los ojos angustiados de su gente, un panorama de males y penurias que se ahonda en la existencia misma de grandes contradicciones: mientras unos lo tienen todo, comodidades, lujos, placeres y bonanza; otros nada poseen, ni nada les espera, a no ser la muerte en la mas completa pobreza. Mientras unos tienen en bancos y cajas fuertes millones de bolívares, otros carecen de recursos mas elementales de la vida humana. Mientras unos pueden mandar a sus hijos a los mejores colegios, otros tienen que resignarse a ver a los suyos crecer en la ignorancia. Mientras unos viven como parásitos, sin trabajar ni producir, otros no encuentran donde colocar su fuerza de trabajo. Mientras unos ven a sus mujeres dar a luz en clínicas lujosas, otros, los más, tienen que conformarse con verlas parir como animales en sus ranchos inmundos.
Este es el drama, la horrible tragedia de nuestro país y nuestro pueblo. Buscarle remedio es responsabilidad de los venezolanos progresistas, encontrarle solución es deber irrenunciable. Pero no debemos detenernos en aplicar los consabidos "paños calientes" que sólo postergan la enfermedad, sino que hemos de ir a su misma raíz para extirpar, como el buen cirujano, los orígenes del mal. Ya el pueblo venezolano está cansado de promesas que no pueden cumplirse y esta ya decepcionado de una democracia que no llega, pero que a nombre de la cual se le maltrata, se le persigue y se le engaña. Ningún movimiento político ha negado hasta ahora estas realidades; pero lo que es realidad y convicción para algunos, es demagogia y politiquería para otros. Esto se ha venido demostrando, al menos, en nuestra accidentada historia, en nuestro proceso republicano. Una cosa ha sido la prédica política fuera del poder y otra, muy distinta, acción de gobernantes. Y a cada paso, salta a la vista cómo el pueblo, las mayorías hambrientas, miserables y desamparadas, no han sido más que infeliz escalera cuyos peldaños trepan ambiciosos y carreristas. Todo hasta ahora ha sido engaño, mentira, farsa vergonzosa que compromete responsabilidades y escarnece principios. La democracia no ha sido otra cosa que medio para ese engaño, para esa mentira, para esa farsa vergonzosa. A través de la prédica insinceras de sus postulados y noblezas se ha oprimido, se ha vejado, se ha explotado al pueblo. La democracia que defienden quienes oprimen y roban en su nombre, ha servido solo como escudo para la ignominia, la podredumbre, la corrupción y la desvergüenza de quienes sirven intereses extraños y de quienes entienden la democracia como instrumentos de apetitos subalternos. Consecuencia de esto es el papel que en nuestro país están jugando instituciones democráticas como el Parlamento, son esencia misma de la soberanía popular. Yo sé que muchos de ustedes, colegas Diputados, creen de buena fe que lo que está ocurriendo hoy en nuestro Parlamento - el poder mas importante de la democracia representativa - es producto de la poca experiencia democrática que tenemos los venezolanos o simplemente resultados de contradicciones circunstanciales que pueden ser superadas con un cambio sencillo en el tren gubernamental.
Y que aquí podría resolverse el ingente problema nacional: conquistar la independencia del país y crear bases perdurables para el bienestar colectivo, a través de la lucha cívica, o lo que es lo mismo, en el tránsito pacífico de las propias instituciones. A mi juicio, quienes así piensan, o están equivocados honestamente, o lo que es más grave: ocultan su propia cobardía. O temen que la Revolución los arrase o jueguen a la demagogia para satisfacer ambiciones egoístas. O no han logrado comprender la naturaleza y carácter de las fuerzas reaccionarias que tradicionalmente han impuesto la opresión, el escarnio y la humillación al pueblo venezolano, o quieren disfrazar sus verdaderas intenciones. Este pueblo que ofrece sangre y vida por la libertad, creyó igual que muchos de ustedes en una solución pacífica del problema venezolano. Yo mismo y conmigo quienes intervinieron en el gran movimiento de la Junta Patriótica, creímos de buena fe, sinceramente, que con el derrocamiento del tirano y el retorno a la Patria de todos sus hijos perseguidos, podría lograrse un entendimiento general unitario, venezonalista, que trabajara por el engrandecimiento de la país, por la dignidad de los venezolanos, por la independencia misma de la Nación. Esta ilusión de jóvenes ingenuos, de políticos sin malicia, todos buena fe y buena voluntad, se derrumbo bajo el peso del egoísmo y las ambiciones de otro. El 23 de enero, lo confieso a manera de autocrítica creadora, nada ocurrió en Venezuela, a no ser el simple cambio de unos hombres por otros al frente de los destinos públicos. Nada se hizo para erradicar los privilegios ni las injusticias. Quienes ocuparon el Poder, con excepciones honrosas, claro está, nada hicieron para liberarnos de las coyundas imperialistas, de la dominación feudal, de la opresión oligárquica. Por el contrario, sirvieron como instrumento a aquellos intereses que gravitan en forma negativa sobre el cuerpo desfalleciente de la Patria. Pero, al menos, crearon un clima de libertad, de respeto, de convivencia entre los venezolanos, ausente hoy de la vida nacional. Todo lo demás es producto de cuestiones más profundas que penetra en la razón misma de un sistema político creado por el engaño y la mentira. Y es que era de ingenuo o de iluso pensar que con el sólo derrocamiento del tirano y el retorno a la vida institucional, con poderes elegidos, se había logrado la solución de nuestros problemas. Nosotros creímos, de muy buena fe, lo repito, que las diferencias transitorias podrían ponerse a un lado para sentarse todos a trabajar por la Patria, para que cesaran los viejos odios, las rencillas parroquianas y cada uno pensara mas en el progreso del país que en sus intereses personales. Nosotros creímos que el patriotismo estaba por encima de banderías y de grupos. Pero lo primero que algunos hicieron de regreso al país, fue atentar contra la Junta Patriótica, contra sus miembros fundadores, que en la resistencia habían sabido trazar una línea política justa que culminó con la victoria popular. Mas, ahora estamos convencidos que todo lo ocurrido, que el nuevo fracaso, no fue sino el resultado de las grandes contradicciones económicas y sociales que se agitan en nuestra sociedad, que pugnan dentro de un sistema político como el nuestro. No podía esperarse otra cosa sino se había hecho otra cosa que cambiar los hombres del gobierno. El 23 de enero hubo solo esto: un cambio de nombres. La oligarquía explotadora, los servidores del imperialismo buscaron acomodo inmediato en el nuevo gobierno. El poder político había quedado en manos de los mismos intereses y los instrumentos de ese poder seguían bajo la responsabilidad de las mismas clases. Así hemos seguido, pero esto no podrá continuar por mucho tiempo. Ya el pueblo de Venezuela como todos los pueblos oprimidos del mundo, se ha dado cuenta de las causas que originan sus males. Y todos estos pueblos se han planteado la histórica tarea de la liberación económica y política, para emprender el desarrollo independiente que ha de cristalizar en progreso, en bienestar, en felicidad para los humildes. Un ejemplo de la victoria popular hay ya resplandeciendo en América Latina: La Revolución Cubana. Este hecho ha contribuido enormemente a esclarecer el panorama futuro de nuestros pueblos, a despertar a las masas dormidas, a abrirle los ojos a los engañados y a galvanizar la conciencia revolucionaria y antiimperialista que se agiganta en la fibra más honda de nuestro patriotismo, de nuestro sentimiento nacionalista. No obstante las realidades objetivas, las experiencias propias y extrañas, el pueblo venezolano, amante siempre de la paz ha querido resolver sus problemas a través del camino cívico. Y a pensar de todos los contratiempos, se hizo grandes ilusiones al cambiar la correlación de fuerzas en el seno del Congreso Nacional. Nuestro pueblo creyó que el control de la oposición sobre la Cámara de Diputados y sobre el Poder Legislativo, abría de veras nuevas perspectivas para erradicar la violencia y pacificar el país. Pero ya esas ilusiones han sufrido fuertes golpes y definitivamente se han venido abajo, frente a las indefensión del Parlamento ante un Ejecutivo prepotente y arbitrario. Dos meses hace que esta Cámara de Diputados, en medio del tácito regocijo popular, aprobó radiodifundir algunas de sus sesiones y todavía esta resolución no ha podido ser cumplida. Hace igualmente dos meses que el Congreso Nacional, en uso de sus atribuciones y facultades constitucionales, decretó la restitución de las garantías que por mas de un año estuvieron suspendidas; pero a pesar del Decreto del Poder Legislativo, se continúan allanando hogares, apresando ciudadanos sin delitos. Y al amparo de un decreto pérezjimenista que el pueblo derogo el 23 de Enero se prohíbe a la Unión Nacional de Mujeres un acto en el Palacio de los Deportes de Caracas para hablar sobre la devaluación del bolívar y su incidencia en el ya alto costo de la vida; al amparo de ese mismo decreto, el gobierno de Betancourt prohíbe a los trabajadores, a las clases obrera revolucionaria celebrar el 1° de Mayo, Día Internacional del Trabajo. Y por si ello fuera poco, los agentes de la represión oficial, sus bandas armadas, arremetieron contra obreros indefensos que desafiando el terror salieron a la calle para conmemorar su día con su dignidad. Algunos muertos y numerosos heridos - sangre del pueblo - fueron el balance del 1° de Mayo en todo el país.
Pero estos no son hechos aislados de la arbitrariedad transitoria, sino norma y razón de ser de un gobierno al margen de la ley, que no respeta la Constitución, ni respeta el Congreso, ni respeta nada. En El Tigre, en Punto Fijo, en Valencia, en toda la extensa latitud venezolana se dispara contra trabajadores indefensos que expresa su libre voluntad dentro del movimiento sindical. Y frente a los Liceos, estudiantes de todas las edades bautizan con su sangre promisoria el regreso "a la normalidad constitucionalidad". Y es que el Ejecutivo no respeta las decisiones del Congreso, sino sus aspectos meramente formales. ¿Pero no es el Poder Legislativo el más importante, el poder fundamental de la constitucionalidad? ¿No es el Parlamento elegido por el pueblo, la esencia misma de la soberanía popular? Todo ello es cierto, más dentro de un sistema político como el que vivimos los venezolanos, el Poder Legislativo opera normalmente cuando su mayoría sirve a los mismos intereses del Poder Ejecutivo y responde a la misma composición de éste. Cuando se opera en fenómeno contrario, es decir, que la oposición controla el Parlamento, entonces frente a él se levanta la muralla de la amenaza, del irrespeto y el atropello. Se atropella al Parlamento y a su misma dignidad, cuando se burla el convenio de caballeros celebrado entre el Presidente de la República y la Directiva de la Cámara de Diputados para resolver el angustioso problema de la huelga de hambre de los presos políticos. Se atropella al Parlamento cuando el ministro de Relaciones Interiores, niega los canales de la Radio Difusora Nacional - utilizada por el Ejecutivo cuando le viene en gana - para transmitir las sesiones de la Cámara de Diputados. Y pendiente está la amenaza de engavetar el Proyecto de reglamentación de las garantías que apruebe la oposición en Diputados, si aquél no responde a los arranques fascistas, a las características tiránicas, a la esencia despótica de la Vieja Guardia y COPEI. ¿Entonces cómo contar con el Parlamento para la Revolución que nuestro pueblo tiene planteada? ¿Es que podrá la Cámara de Diputados o el Congreso garantizar el cumplimiento de leyes progresistas y patrióticas, sino ha podido radiotransmitir una sola de sus sesiones y no ha podido impedir los atropellos, vejaciones y persecuciones, a pesar de haber restituido las libertades públicas? ¿Podrá garantizar este Congreso la aprobación y aplicación de una Ley contra los monopolios que saquean nuestras riquezas? ¿Podrá este Congreso ejecutar y hacer ejecutar una reforma amplia en el sistema económico y social de la República? Ya se ha evidenciado, señores Diputados, que ello es imposible mientras no haya un cambio a fondo en el sistema político venezolano. Un análisis detenido de esta situación, de la impotencia en que estamos para hallar una solución pacífica al problema nacional; un estudio de cómo el gobierno ha tomado el atajo de la ilegalidad, irrespetando la Constitución y atropellando las instituciones democráticas, de cómo la democracia en nuestro país es solo una farsa, una mentira, para encubrir la opresión, el crimen y la arbitrariedad; de ver cómo la libertad no existe para el pueblo, ni la justicia impera para el pueblo; el ver cómo los periodistas son encarcelados a pasar de la vigencia de la libertad de expresión; una consideración general de este panorama de corrupción, de este ambiente de persecución, de esta vida de angustia; un examen de la situación que nos deja el Parlamento burlado, la soberanía mediatizada, el pueblo humillado, la dignidad perdida y las riquezas hipotecadas, me han llevado a la conclusión, como a muchos otros venezolanos, que aquí se necesita un cambio radical una transformación verdadera que convierta nuestro país en Nación libre, próspera y digna. Consecuencia de esta firme convicción, resultado de ese análisis, es la decisión que he tomado de combatir con las armas en la mano, como lo hace el pueblo cuando quiere conquistar la libertad, y buscar en la acción revolucionaria la solución de nuestros grandes problemas, y lograr para el pueblo una vida nueva, distinta a la precaria existencia que ha llevado durante siglo y medio de República injusta. Esta decisión me honra y compromete, a la par que me satisface. Igual camino han tomado en épocas y países distinto los mas notables hombres de la humanidad. Igual decisión tuvieron que tomar nuestros Libertadores frente a una Patria colonizada, frente a un pueblo esclavizado. Ellos, los forjadores de nuestra nacionalidad, nos trazaron el camino y nosotros hemos de continuarlo con iguales, sacrificios, con los mismos riesgos y la misma fe, para despedazar las nuevas cadenas del dominio extranjero y garantizar la plena independencia nacional. Esta es nuestra decisión, este nuestro camino. Vamos a las armas con fe, con alegría, como quien va al reencuentro de la Patria preferida. Sabemos que con nosotros está el pueblo, el mismo que en todas las épocas memorables ha dicho presente ante todo lo noble, ante todo lo bueno, ante todo lo justo. Nuestra decisión de incorporarnos a los estudiantes, obreros y campesinos que hacen la guerra de guerrillas en Falcón, Portuguesa, Mérida, Zulia, Yaracuy, obligados por la brutal represión del gobierno que amenaza con la muerte, la tortura y la cárcel a quienes se oponen a sus designios, obedece a la firme convicción de que la política de las camarillas que ejercen hoy el Poder no muestran ningún ánimo para dar soluciones a la crisis política venezolana a través del dialogo y la senda electoral. Toda la maquinaria oficialista ha sido desde ya colocada al servicio de los grupos exclusivos que forman la intimidad del actual Presidente y sin espíritu de servicio a la Patria y al Pueblo, tales grupos han privado a los venezolanos de sus mas elementales derechos y desde ahora preparan el fraude que les permite perpetuarse en el Poder, a usanza de todos los gobiernos despóticos que el país ha padecido. Esperar que esta burla sangrienta se consagre sin mengua de la propia dignidad, no sólo es cobardía, es alentar falsas ilusiones cuyas consecuencia serían fatales para nuestro desarrollo democrático. Ya el grupo que gobierna ha demostrado hasta la saciedad que sólo conoce el método de la violencia, el camino de la ilegalidad. Frente a su soberbia, no cabe otra actitud para aceptar al reto y disponerse a combatirlo con sus mismos métodos, para que los venezolanos puedan, libres del Gobierno de Betancourt, libres de sus odios e intrigas, de su corrupción e incapacidad, de su politiquería y pequeñez moral, de su sectarismo y maldad, darnos un gobierno verdaderamente nacional, respetuoso de la ley democrática, fiel servidor del pueblo y leal a la independencia y soberanía nacionales. Hacemos armas contra la violencia, la represión, las torturas, el peculado. Tomamos las armas contra las depravaciones y la traición. No lo hacemos por romántica concepción de la lucha ni sometidos a otra decisión que a la nuestra, sólo comprometida con Venezuela. No hacemos la guerra contra las Fuerzas Armadas, en su conjunto, en cuyo senos nos consta por experiencia personal y por la acción conjunta que libramos en Enero del 58, se han formado Oficiales cuya única ambición es también la nuestra: ser útiles a la Patria y servir a su grandeza y soberanía. Y porque la inmensa mayoría de los clases y soldados pertenecen a las clases humildes, a las familias sin pan, ni tierra, ni libertad. Y si algunas de sus jerarquías han sido colocadas como ciego e incondicional instrumento personalista del grupo de Rómulo Betancourt, ello no puede ocultarnos que más temprano que tarde civiles y militares nos encontraremos juntos en un mismo propósito fraternal y patriótico. Evidencia de esta afirmación es la reciente "Sublevación de Carúpano" y "la heroica acción de Puerto Cabello", donde Oficiales de limpia trayectoria como Jesús Molina Villegas, Pedro Medina Silva y Manuel Ponte Rodríguez supieron dar un paso al frente de la historia, antes de vivir en la ignominia. Allí se demostró como en el seno de las Fuerzas Armadas hay hombres que sienten la Patria en su exacta dimensión y que inspirados en las lecciones de Bolívar, siguen su ejemplo de valor, de nobleza y patriotismo y como este Gobierno llega hasta el bombardeo de ciudades abiertas, al genocidio, para tratar de conservar una situación ya insostenible. El comino trillado por ellos habremos de continuarlo para que al salir de la prisión gloriosa, los Oficiales, clases, soldados y civiles de la heroica acción de Carúpano y Puerto Cabello, puedan vivir dentro de una Patria nueva, como la que hemos soñado todos y por la cual ellos combatieron. No hacemos las armas contra el Ejército, la hacemos contra quienes sirven a los monopolios extranjeros causantes de nuestra pobreza; hacemos la guerra, contra los asesinos de estudiantes, de obreros, de campesinos; hacemos la guerra contra los que roban y comercian a nombre de una democracia falsa; hacemos la guerra contra los que siembran el hambre, la angustia y el dolor en la familia venezolana; hacemos la guerra contra una vida de corrupción, de odios y de intrigas; en fin, hacemos la guerra para que la aurora de la libertad y la justicia resplandezca en el horizonte de la Patria. El gobierno ha querido que esta lucha sea así. Ni nosotros ni nadie puede esperar que ella pueda decidirse a corto plazo. Hemos emprendido una acción dirigida a barrer con la injusticias, la traición y la corrupción en nuestra sociedad, una acción que sólo puede triunfar si se forja poderosa en un movimiento nacional de amplitud popular, civil y militar a todo lo largo y ancho del país, del cual somos apenas un pequeño engranaje. La lucha será prolongada, llena de riesgo y sacrificios. Pero la victoria no podrá rehusarse a quienes se dan a esa lucha haciendo descansar sus ideales en el pueblo y su sacrificio en una causa nacional y democrática; a quienes sólo tienen como ambición, servir a la Patria escarnecida. Y si algo faltara para justificar mi actitud, ahí está el asalto fascista a los diarios "La Tarde" y "Clarín", voceros insobornables del pueblo, en la destrucción de cuyas máquinas está el gobierno retratado de frente. Pero además me alienta las palabras pronunciadas en esta Cámara por el Diputado de Acción Democrática, doctor Elpidio La Riva Mata, en las cuales traduce el clamor de nuestro pueblo, al expresar valientemente: "El gobierno no quiere guerrillas, pero tampoco quiere prensa libre, mitins, manifestaciones ni ejercicio cabal de las libertades públicas; por eso sus bandas armadas realizan salvajes actos como el efectuado el sábado en las oficinas y talleres de "Clarín" y "La Tarde". El actual gobierno esta incapacitado para regir democráticamente los destinos del país. En este sentido, la perspectiva electoral es bastante oscura. ¿Pueden los sectores de oposición contemplar con optimismo hechos como este que liquidan las vías pacíficas de la contienda política?" Para agregar después: "Todo el cuerpo de la Constitución y todas las manifestaciones de la constitucionalidad están acribillados por los hechos de este Gobierno...". Y me alienta, igualmente, el pensamiento del Senador José Octavio Jiménez, cuando dice: "Tengo varios hijos y prefiero verlos morir en el combate guerrillero, antes que caer asesinados en las calles por las bandas armadas de este Gobierno...". Y me enorgullecen los planteamientos del compañero José Vicente Rangel, que a nombre de mi partido "Unión Republicana Democrática", expreso la voz y sentimiento de toda su militancia y que yo interpreto como un mandato inexorable. Pero aun hay algo más que por si solo bastaría para evidenciar lo justo del camino tomado. Ello es, la amenaza que pende sobre nuestra Cámara so-pretexto de erradicar el "extremismo". Este golpe mortal para la democracia, está ya casi consumado y es posible que sea practicado en pocos días. Las maniobras que se adelantan para llevarlo a cabo, no importan, lo real es que su independencia y su dignidad será acribillada por la soberbia ejecutivista. Ya sea encarcelando a Diputados para cambiar la correlación de fuerza en ella existente; ya sea dejando al Poder Legislativo sin su representación legal como la Comisión Delegada; ya sea por el boicot constante y cada vez más agresivo; lo cierto es que el Ejecutivo, en otro de sus arranques despóticos, ahogará y estrangulará a la Cámara de Diputados, ahora cubierta de dignidad. La defensa del Parlamento independiente corresponde a todos y la defensa de la Constitución es un deber irrenunciable. Por ello cuando hacemos armas contra este gobierno, las hacemos por la restitución constitucionalidad democrática, por la Cámara de Diputados escarnecida y atropellada, por la independencia de los poderes públicos, por la democracia y la justicia. Convoque, pues, señor Presidente, al suplente respectivo porque yo he salido a cumplir el juramento que hice ante ustedes de defender la Constitución y leyes del país. Si muero, no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad, lo que es ideal y deber de todo nuestro pueblo.
Abajo las cadenas!!
Muera la opresión!!
Por la Patria y por el Pueblo!!
Viva la Revolución!!!
Frente de Liberación Nacional
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN)
01 de Noviembre de 1962

CONTESTATACIÓN A LOS CARGOS FORMULADOS CONTRA FABRICIO OJEDA POR EL DELITO DE REBELIÓN, ANTE EL CONSEJO DE GUERRA

En días como estos, señores magistrados, el pueblo venezolano que incansablemente había venido combatiendo la tiranía perezjimenista, se aprestaba a iniciar la jornada final que más tarde echaría a tierra el régimen de terror. Entonces, presidía yo la organización más importante de la resistencia clandestina: la Junta Patriótica. Este organismo nacido al calor de un anhelo común, era ya el instrumento más eficaz de la gran lucha nacional por la democracia y la justicia. Sus planteamientos públicos y su programa de acción había logrado nuclear a su alrededor a todos los sectores venezolanos, conscientes de la necesidad de recuperar los derechos colectivos, las libertades públicas yuguladas a partir del 24 de noviembre de 1948. Todas las corrientes ideológicas de la nación que coincidían en la urgencia de derrocar al régimen represivo, se dieron la mano para conquistar el objetivo propuesto, y un amplio frente nacional, integrado por obreros, estudiantes, campesinos, industriales, comerciantes, profesionales, intelectuales, sacerdotes católicos y efectivos de las Fuerzas Armadas, surgió como consecuencia de una realidad histórica cuyos factores principales son de todos conocidos, pero que es necesario recordar.Venezuela vivía sumida en su misma tragedia de siempre frente a un gobierno de usurpación que a nadie ni a nada respetaba. Su razón de ser era la fuerza; su conducta, el trato despótico y su esencia, la persecución bestial contra todos los que levantaban su voz de dignidad. El sombrío panorama de la República se proyectaba en toda su integridad: la Constitución suplantada por la arbitrariedad y la economía destartalada por el despilfarro y el peculado. Era, pues, una situación que ya ni los más allegados al régimen podían justificar con argumentos valederos, ni explicar con razones convincentes. Y era que nada podía servir para escudar el crimen y la tortura constantes, ni para ocultar la censura de la prensa o el descarado tráfico de influencias y que a todos indignaba y repugnaba. Uno a uno, los distintos sectores nacionales, se fueron incorporando a la lucha sin tregua que desde el origen mismo de la dictadura, libraba el pueblo venezolano. La experiencia personal de aquellos apasionantes momentos, indica claramente como la inquietud revolucionaria se transformaba en acción creadora para divulgar las ideas de un movimiento político casi sin precedentes en la historia del país. Comunistas y clérigos, obreros y patrones, estudiantes y profesores, soldados y oficiales, hombres de la izquierda y de la derecha depusieron sus diferencias ante el problema general de una crisis inigualable. Y un frente de gran amplitud política y social que iban desde Guillermo García Ponce hasta el Padre Hernández Chapellín; desde el doctor Manuel Egaña hasta Vicente Piñate; desde el coronel Jesús María Castro León hasta Wolfang Larrazabal; desde el comandante Hugo Trejo hasta el teniente José Luis Fernández, se integró a la acción cívico-militar que el primero y veintitrés de enero sacudieron y derrotaron a la tiranía.Aquella situación, cuyo recuerdo aun horroriza a muchos, nos llevó, como ahora, a tomar un puesto de vanguardia en el combate. Nada nos importó el peligro, menos todavía los riesgos que tendríamos que correr. Todo lo afrontamos con dignidad para estar al lado de nuestro pueblo que sufría humillaciones y persecución. Algunas veces fuimos a la cárcel y de ella salimos con bríos renovadores y esperanza infinita en el triunfo final. Frente a la Junta Patriótica pusimos toda nuestra responsabilidad, todo el coraje necesario para desafiar “el celo” de los esbirros. Y todos los días el pueblo pasaba de mano en mano las instrucciones de la organización que al correr de los meses se convirtieron en órdenes de cumplimiento ineludible. La nación estaba unida en torno a un ideal común: el derrocamiento de la tiranía para volver al régimen democrático y disfrutar así de los derechos y garantías políticos por tanto tiempo ausentes del escenario nacional. La victoria llegó al fin y con ella la paz regresó a los hogares venezolanos. Secuestrados políticos que recobraban su libertad; exiliados que volvían al reencuentro con la Patria alejada; hombres y mujeres que se abrazaban en patéticas escenas de amor, y un gobierno de convivencia pusieron marco a la nueva realidad. La fe en Venezuela y en su pueblo, en el interés patriótico de sus hombres, resurgía lo que más tarde fue llamado “el espíritu del 23 de enero”. Los venezolanos, en todos sus sectores, habían entrado a una nueva etapa que no tardó en exhibirse como ejemplo afortunado. Ya no había presos ni exiliados, perseguidos ni perseguidores. Sólo los responsables del terror pagaban el delito del crimen y la opresión, mientras el pueblo se incorporaba con su trabajo a una vida de tranquilidad, de convivencia política que demostraba el interés colectivo por restañar las heridas del pasado reciente.Hombres de todos los partidos y algunos sin militancia política, recorrimos de punta a punta el país para llenar al seno de las masas el anhelo común de mantener la formidable unidad que dio origen a la Junta Patriótica y culminó con el triunfo nacional. En todas partes hallabamos el mismo entusiasmo, la misma convicción unitaria, el mismo sentimiento patriótico. Este ambiente, precedió el retorno al país de los principales dirigentes políticos desterrados, entre ellos el actual Presidente de la República, señor Rómulo Betancourt. Como Presidente de la Junta Patriótica me cupo el honor de recibirlos, de darles la bienvenida. Frente a todos, frente a Jóvito Villalba, a Gustavo Machado, a Rafael Caldera, a Rómulo Betancourt y Mario Briceño Iragorry, pronuncié iguales palabras de regocijo, de reconocimiento a sus luchas; y el llamado caluroso del pueblo, que asistía como testigo, para mantener aquella indispensable unidad forjada en medio de la angustia y dolor de una nación crucificada por el más cruel despotismo.Todos creíamos –oh, vana ilusión- que entonces se había echado las bases para un entendimiento patriótico. No tuvimos inconvenientes para que la Junta que presidíamos fuera ampliada con la participación de todos los sectores que había intervenido en tan formidables jornadas. En nosotros sólo estaba presente el anhelo de buscar soluciones permanentes, el deseo de contribuir con nuestro desprendimiento, como lo hicimos, a una situación donde todos pudiéramos trabajar por Venezuela, por su engrandecimiento y progreso democráticos. Pero a la postre aquello resultó infructuoso. Algunos sectores y personalidades políticas, no obstante de expresar ante el pueblo su lealtad al espíritu unitario, maniobraban en sus propios cenáculos para destruirla. Lograron disponer la Junta Patriótica, como instrumento de unidad y el egoísmo personal y sectario se reflejaba de nuevo en el forcejeo de las posiciones y el control exclusivo del país. Otra vez la sombra de un sectarismo enfermizo parecía proyectarse sobre el cuerpo endeble de la Patria. Un pacto excluyente –el llamado Pacto de Punto Fijo-, se firmó para canalizar la campaña electoral que transcurrió dentro del ambiente de las más amplias libertades y garantías que haya conocido país alguno en momentos de transición. El gobierno surgido del movimiento cívico-militar del 23 de enero conservó hasta el final su fisonomía democrática, sin que nada hiciera desviarlo de su actitud y responsabilidad. Wolfang Larrazabal en un gesto que le honra, renuncio a la Primera Magistratura para competir de igual a igual, sin los recursos del Poder en sus manos, en las elecciones que habrían de renovar la vida constitucional y democrática de la Nación.La mayoría de los sufragantes lo hizo por el señor Rómulo Betancourt que se había comprometido a cumplir el programa mínimo del pacto tripartito, cuyo fundamento era el fundamento de las libertades conquistadas por el pueblo en las heroicas jornadas de enero; la industrialización del país y una política internacional independiente, según la cual Venezuela mantuviera relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con todos los países del mundo. Es decir, el pueblo no votó en su mayoría solo por Betancourt, lo hizo por un programa, el programa que suscribieron los principales personeros de Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y el Partido Socialcristiano COPEI. Así, la acción del gobierno surgido de las elecciones tenía un mandato del pueblo que cumplir y el cual no era otro que el presentado a su consideración durante la campaña electoral que en acto público fue firmado como compromiso irrenunciable para cualesquiera de los candidatos que ganara la contienda.¿Se ha cumplido este programa o parte de él en lo que va de período?¿Se ha respetado el mandato popular expresado en las elecciones de diciembre?Son los mismos hechos los que dan respuestas a estas interrogantes. A los ojos de todos los venezolanos está la realidad nacional de nuestro país. No han sido mantenidas las libertades conquistadas por el pueblo el 23 de enero, antes por el contrario, se ha vuelto a los días más angustiosos de la represión y la barbarie. Las cárceles llenas de secuestrados políticos, las torturas físicas comprobadas por el Poder Legislativo, los centenares de muertos por la violencia de los cuerpos represivos, las agresiones contra la prensa independiente, son evidente testimonio de ello. Y si esto ha ocurrido en la vida de nuestra política interna, no otra suerte han corrido los compromisos en materia económica. De todos es sabido la crisis que en este aspecto vive Venezuela, de lo cual es también testimonio explicable la llamada “Carta de Mérida”, producida por los principales hombres de empresa, agrupados en la Federación Venezolana de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción. En este importante documento está al desnudo la verdad de cuanto acontece: quiebra constante de empresas nacionales, reducción del circulante en manos del público, devaluación del bolívar, grandes cargas impositivas, falta de mercado de consumo, ausencia de un plan efectivo de créditos, fracaso de la reforma agraria, etc., etc.. A todo esto se agrega la hipoteca constante del país a través de empréstitos indiscriminados que elevan la deuda pública a la cifra de cinco mil millones de bolívares, sin que haya una sola obra de carácter reproductivo que pueda justificarla o explicarla. Por otra parte, el desempleo aumenta, los gastos burocráticos crecen y el peculado y tráfico de influencias campea dentro de la mayor impunidad. Y en cuanto a la política internacional, para sólo citar las tres cuestiones más importantes del pacto tripartito, nada distinto hay que hablar. Venezuela, como nunca, ha responddido ha intereses extraño en la conducción de sus relaciones internacionales colocándose en todo momento al lado de los peores intereses. Su política internacional en nada se diferencia a la adoptada por los llamados “países bananeros” y en nada responde a los principios bolivarianos que son tradición de nuestra nacionalidad. Es el Departamento de Estado de los Estados Unidos y no el interés nacional el que dicta lo que debemos hacer en el campo de las relaciones con otros países o en casos de conflictos internacionales. Lo demuestra la posición venezolana en las Naciones Unidas frente al caso de Goa, cuando nuestra delegación oficial se puso al lado de los intereses colonialistas de Portugal. Venezuela, en síntesis, no tiene una política internacional independiente que reafirme su soberanía y reivindique su dignidad republicana.Es por esto, por el incumplimiento del mandato que el pueblo le otorgó en las elecciones de diciembre, por no llevar a la práctica el programa que el pueblo ordenó realizar, que este gobierno, legítimo en su origen, ha perdido su legitimidad, para convertirse en un gobierno de usurpación, en un régimen de traición nacional. Pero su conducta no es circunstancial y no se origina en las últimas posiciones oficiales. No, todo arranca desde el mismo día en que el señor Betancourt, entre tanques y bayonetas, tomó posición de la Presidencia. Desde entonces, la violencia desatada por el régimen, que deja su primer saldo de muerto el 4 de agosto de 1959, no ha cesado un momento. Ella no tuvo su origen en octubre y noviembre de 1960 como afirman los personeros oficiales, sino que se remonta a los días iniciales del presente mandato, cuando humildes obreros del Plan de Emergencia fueron víctimas de los cuerpos represivos. Desde aquellos días hasta pospresentes, los muertos se cuentan por centenares y los heridos por millares, consecuencia de la política gubernamental, definida por el propio Presidente baja el rubro “de disparen primero y averiguar después”. Más esta línea trazada con inaudita sevicia por el Jefe del Estado ya estaba señalada en su discurso de toma de posesión pronunciado ante el Congreso Nacional, frente a la perplejidad de todos los venezolanos. Expresó ese día el señor Betancourt que su acción de gobernante estaría dirigida a “segregar”, a “aislar de la comunidad democrática del país” a todos aquellos que no acataran sus designios, ni bajaran sumisamente la cerviz ante su gestión administrativa. Así el Presidente Betancourt, rompiendo una vez para todas con el espíritu del 23 de enero, dejaba establecido lo que sería su política, lo que sería su gobierno: un régimen de guerra contra la oposición.Estas advertencias no quedarán en el aire. Su confirmación práctica está en el largo periodo que el país y el pueblo venezolanos han vivido sin garantías constitucionales, en ausencia de las libertades públicas, base popular y democrática de la constitucionalidad. La mayor parte del mandato actual, la nación ha vivido bajo el imperio de la violencia y el pueblo bajo la más brutal opresión. La Constitución democrática sancionada por las Cámaras Legislativas el 23 de enero de 1961 ha sido suplantada, pisoteada y violada desde el mismo día de su nacimiento. No podía ser de otra manera. Un régimen que no cuenta con el apoyo militante sino de escasas minorías, reducidas a la camarilla íntima de Betancourt-Caldera y Briceño Linares, no puede gobernar con libertades, ni respetar la Constitución, ni permitir el libre juego democrático. Un gobierno como este, que no ha cumplido sus compromisos electorales con el pueblo, está constreñido, obligado por su misma naturaleza, a sustituir la Constitución por la violencia y la arbitrariedad, a mantener indefinidamente un estado excepción; la única manera de conservar el poder.
Aquí no hay democracia porque el gobierno no representa ya al pueblo. No hay democracia porque todos los sectores progresistas de la nación, tanto civiles como militares, han retirado su apoyo, su respaldo, a la arbitrariedad ejecutivista. No puede haber democracia porque este es un gobierno enemigo del progreso, un régimen enemigo de todos aquellos que aspiran a una Patria independiente, a una gestión nacionalista y patriótica. Por ello se persigue a los obreros, a los estudiantes, a los campesinos, a los profesionales, a los oficiales progresistas, que hoy pueblan las cárceles del país o se han visto a tomar “el monte” para defender su la libertad. En Venezuela no hay democracia, porque Betancourt se ha convertido en el principal culpable de la crisis que sacude al país y que en su desesperación, en su soberbia histérica, no encuentra otro camino que la represión brutal y la amenaza constante. Su interés de entregar el país al imperialismo para convertirlo en “Estado Libre Asociado”, su sectarismo enfermizo y su pequeñez moral, lo han llevado al colmo de la desvergüenza y la iniquidad.Es cierto, como lo apuntamos antes, que este gobierno tuvo un origen democrático, legítimo. El nació de la consulta electoral más pulcra que se ha verificado en el país; pero ello no es, ni puede ser, de ninguna manera, “patente de corso” para que en nombre de ese limpio origen, se sometan todos los desafueros y fechorías que tipifican al presente régimen. Se mata en nombre en nombre de la constitucionalidad y la democracia; se tortura también en su nombre. En nombre de la democracia y “un nacionalismo bien entendido” se remachan más las cadenas de la dependencia imperialista, se roba, se oprime y se esclaviza. Pero la respuesta del pueblo ante tal situación objetiva, no ha sido otra que la lucha constante, la resistencia permanente, el desafío airoso y digno que cubre todas las esferas nacionales. Y este gobierno que había surgido con una amplia base de apoyo popular y militar, se ha desmoronado progresivamente, hasta quedar reducido a lo que es hoy, a una voraz camarilla burocrática que en el orden civil y militar, forma la intimidad del Presidente y su Ministro de Defensa. Sólo los más recalcitrantes personeros de la Vieja Guardia, COPEI y el Alto Mando Militar se cuentan entre esa camarilla. El deterioro de la base de sustentación del gobierno, es una realidad verdadera que ni el más insensible puede negar. Primero fue la escisión de Acción Democrática que le restó el apoyo de densos sectores juveniles, profesionales y populares; después, la ruptura de la coalición por parte de Unión Republicana Democrática que separó al régimen un importante apoyo desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo. Siguió luego la división de la CTV (Confederación de Trabajadores de Venezuela), la nueva división de Acción Democrática y la crisis de la Federación campesina, que redujeron, o desmantelaron, para más correctos la base del régimen y aseguró el control del Poder Legislativo por parte de la oposición. Pero esta nueva situación no quedó circunscrita al campo de la vida civil; también en el orden militar se ha cumplido un proceso similar. A las iniciales manifestaciones de descontento en el seno de las Fuerzas Armadas, han seguido otras de singular importancia, como los movimientos de “recuperación democrática” de Carúpano y Puerto Cabello, que irrumpieron con un programa nacionalista que pone muy en alto el nombre de sus promotores y efectivos.
A la crisis general que vive el país, está unida una crisis militar. Los militares progresistas, los verdaderos institucionalistas, se sienten hoy tan inseguros como cualquier activista de los sectores más radicalizados. La mayoría de los oficiales que no pueden compartir el esquema del “Estado Libre Asociado”, ni ven con buenos ojos la progresiva hipoteca del país a los fueros y privilegios de la “Misión Militar Norteamericana”, están sometidos a vigilancia permanente, son discriminados y la seguridad de sus carreras, pende del primer chisme o la primera intriga; o están en presencia de los famosos consejos de investigación, si es que no han ido a parar con sus huesos a la cárcel. Y es que Betancourt que no se ha detenido ni antes las peores inconsecuencias, es también enemigo de la unidad democrática de las Fuerzas Armadas, la cual está claro, impediría con su dignidad patriótica, que las cadenas del dominio exterior, despedazadas por nuestros libertadores, se unieran de nuevo en el plan de la “puertorriqueñización” que tan agresivamente él lleva adelante. Sin embargo, dentro de su estrategia –que es estrategia de El Pentágono y el Departamento de Estado norteamericanos-, está el intimidar a las Fuerzas Armadas de su disolución por parte de los sectores revolucionarios. Lo cierto es que sólo Betancourt y sus más íntimos seguidores, son los únicos desvelados por cambiar el carácter nacional de nuestra Institución Armada, para colocarla, como ocurre en Puerto Rico, bajo la rectoría colonial del Ejército norteamericano. Este plan nacional-traidor, se ha venido cumpliendo ya sin el menor escrúpulo. De él forma parte la entrega de las riquezas venezolanas y la hipoteca progresiva del país. En esta forma, Betancourt busca que la defensa del patrimonio nacional, de sus riquezas controladas por los consorcios y finanzas norteamericanas, depende directamente del país acreedor y en consecuencia, justifique en un momento dado la presencia de fuerzas de ocupación extranjeras en nuestro suelo. Ya un alto personero de la “Misión Militar Yankee” en Venezuela, solicitó el permiso correspondiente para establecer bases norteamericanas en territorio nacional.
¿Y cuál es el pretexto?
Sencillamente que las Fuerzas Armadas Venezolanas no ofrecen ninguna confianza a los sectores de los Estados Unidos que han invertido o invierten grandes capitales en nuestro país. Está claro que mientras más se robustezca la penetración extranjera, mientras más se afiance el dominio de nuestra incipiente economía por parte de capitales extrañas, su seguridad no puede descansar en las manos de militares nacionalistas y patriotas. Ello sería, al menos, una incongruencia imperdonable para quienes están comprometidos a garantizar el control exterior de la vida económica y política de la nación venezolana. Por esto Betancourt es enemigo de los militares nacionalistas, por esto es enemigo de todo el pueblo que lucha por la recuperación de sus riquezas, hoy hipotecadas, para convertirlas en medio efectivo de progreso y desarrollo independiente y, que aspira, en su integridad cívico-militar, a la total liberación del país.Pero es más, las Fuerzas Armadas han ido siendo despojadas de sus funciones específicas para convertirlas en un instrumento de represión política, al servicio de los intereses sectarios de quienes detentan el Poder. Es decir, las han transformado en policía política para atacar al pueblo, para asesinar a estudiantes y a obreros que se entregan por entero a una lucha patriótica y justa. Betancourt sabe muy bien que la intervención de las Fuerzas Armadas en el campo de la represión, haciéndolas responsables de atropellos contra los barrios populares y la Universidad, convierte a sus oficiales en personajes odiosos y levanta la antipatía ciudadana hacia quienes han de ser respetados y queridos como parte integrante de ese mismo pueblo. Pero es interés de la reacción, continuar planteando la lucha revolucionaria en Venezuela, como una guerra entre civiles y militares, como una actividad que se desarrolla entre la eliminación y la subsistencia de la Institución Armada. Esta maniobra reaccionaria es muy clara: impedir la unidad cívico-militar y con ello detener el avance de las fuerzas progresistas que combaten por una nueva vida para el país. Betancourt, la Vieja Guardia, COPEI y quienes sirven a sus intereses saben que su permanencia en el Poder está en relación directa a sus triunfos en el camino de evitar la unidad, el frente único de todas las fuerzas patrióticas que en uno y otro campo de la vida nacional, se oponen a sus propósitos antivenzolanos. Ellos no han olvidado la lección del 23 de enero y saben que aquellas jornadas fueron producto de la unificación determinante de las Fuerzas Armadas y el pueblo en torno a la Junta Patriótica. Ellos saben que en esta nueva hora de angustia, esa unidad sería decisiva y por esto la combaten, aun utilizando las más bajas e inescrupulosas maniobras, como hacer de la Institución Armada un instrumento represivo, con características brutales.Ya lo dijimos en nuestra carta a la Cámara de Diputados en el momento de incorporarnos a los hombres que hacen la guerra de guerrillas en el país. Nuestra decisión de tomar las armas para combatir al presente gobierno, no fue sino consecuencia de una situación intolerable para todos los hombres dignos de la nación. Muy enfáticos fuimos en declarar que no hacíamos la guerra contra las Fuerzas Armadas como institución al servicio de la República, sino contra quienes la utilizan como fuerza de choque y ocupación para satisfacer ambiciones egoístas. Lo expresamos claramente porque la experiencia de la lucha contra la tiranía perezjimensita, nos indica que hoy como ayer, las Fuerzas Armadas no son un todo monolítico al lado de la arbitrariedad gubernamental. Señalamos como ejemplo de nuestro pensamiento, los sucesos de Carúpano y Puerto Cabello, donde se puso de manifiesto que también en el seno de la Institución Armada se agitaba la misma crisis que estrangula la tranquilidad ciudadana. Las guerrillas, la lucha armada que se robustece en la conciencia general de nuestro pueblo, no son, ni podían ser, producto de la impaciencia, ni manifestación de ambiciones reprimidas. En Venezuela, como en todas partes del mundo donde la lucha armada del pueblo ha triunfado, el enguerrillamiento no ha sido sino producto mismo de una realidad objetiva que nadie puede negar y no contra las Fuerzas Armadas en si. Lo que hasta ahora, en una o entra forma, se han levantado en armas para combatir al régimen antidemocrático, lo han hecho conscientes de su gran responsabilidad para con la Patria y el pueblo. La falta de libertad para la lucha cívica, el acorralamiento de todas las fuerzas patrióticas, el terror y la persecución constantes, dieron origen a una organización de autodefensa que bajo el nombre unitario de Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, señalan un nuevo rumbo y marcan una nueva perspectiva en el difícil camino de la liberación antifeudal y antiimperialista que histórica y necesariamente tiene planteada la nación y el pueblo venezolanos.No abjuramos de nuestra posición, ni negamos haber empuñado las armas para reponer, en su plena vigencia, la Constitución Nacional y sustituir a este gobierno por otro de carácter nacional que eche a andar la maquinaria de la liberación. Lo hicimos por nuestro amor a Venezuela, por nuestra pasión nacionalista. Igual posición tuvimos ayer, cuando el país se debatía entre la angustia y el dolor causados por una tiranía terrorista y sanguinaria. Entonces, nos incorporamos con decisión al lado del pueblo y al frente de la Junta Patriótica y no descansamos un solo momento hasta que la tiranía cayó descabezada. No otra es nuestra actitud de ahora, no otro el propósito. Nadie de los que nos conocen podían esperar una conducta distinta; ni ninguno de ellos, aguardar que permaneciésemos de brazos cruzados ante la tragedia que afecta a los venezolanos. Las causas que nos movieron a tomar el camino de las guerrillas, son las mimas que nos llevaron a tomar la senda de la Junta Patriótica, es igual decisión reproducida en la historia que habla por si sola de nuestra vocación de servicio a la causa revolucionaria del pueblo.Fuimos a la guerra como parte integrante de un frente único que con la denominación de Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, es también en el tiempo y en la historia, la prolongación de la Junta Patriótica para restañar las mismas heridas, desterrar los mismos vicios y corregir la misma conducta despótica de un régimen al servicio de intereses oligárquicos y pasiones egoístas. Frente a un gobierno como este, enemigo por igual de las clases populares, de las fuerzas económicas y las Fuerzas Armadas, no puede caber una conducta distinta, otra actitud que no sea la de integrarse con pasión venezolanista al ya glorioso proceso de liberación. Ustedes, señores magistrados, como todos los miembros de la Institución Armada que pueden sentir la angustia colectiva de la nación, tampoco pueden permanecer indiferentes. Algunos de ustedes, que yo conozca, como el coronel Vera Custodio, Presidente de este Consejo tuvieron una buena actitud al final de la lucha anterior. Yo conservo aun en mis archivos personales los telegramas que me dirigiera el coronel Vera Custodio que con arranques de gran sinceridad decía estar al lado del pueblo en su permanente inquietud por la libertad y la justicia. Integrase al frente patriótico de liberación es otra digna actitud que ningún venezolano progresista puede rehusar en esta hora difícil de la República. Es de nuevo el momento, señores oficiales del Consejo, de soldar la unidad cívico-militar que el 23 de enero reconquistó a la Patria de las garras asesinas.La terrible realidad de una nación dividida en perseguidos y perseguidores, en oprimidos y verdugos, donde sólo la fuerza es la ley y el despotismo, razón de privilegios, ha vuelto a proyectarse sobre nuestro país. La vida de su pueblo se debate entre la angustia de no poseer nada y el dolor de una situación sin perspectivas futuras. Por una parte, las grandes riquezas que la naturaleza depositó en las entrañas de nuestra tierra, van a parar sólo a los bolsillos de los grandes tiburones del imperialismo, y, por la otra, lo venezolanos de trabajo y de empresa, se ven acogotados por una situación económica desesperante y sin posibilidades de solución. Los recursos fiscales comprometidos en forma sin precedentes y el país viviendo la peor de sus horas republicanas constituyen el balance de una gestión política-administrativa también sin precedentes en la historia.¿Cómo entonces, permanecer de brazos cruzados? ¿Cómo rehusarse a la gran gesta nacional que a todos nos plantea esta tragedia del país? ¿Cómo seguir indiferentes frente a tan angustiosa situación? Nuestro pueblo y con él sectores importantes de diversas esferas de la opinión, entre ellos efectivos de las Fuerzas Armadas, han sabido responder con su acción a tales interrogantes. El gran frente de oposición cobra cada día más fuerza, no obstante las maniobras que para impedirlo adelanta con todos sus recursos la corrompida camarilla oficial. Pero ya a nadie atemoriza el terror ni acobarda la persecución. Una conciencia nacional, una convicción plena en el triunfo, robustece la lucha revolucionaria y afianza las posiciones del gran movimiento patriótico que tarde o temprano culminará con la victoria formidable de la nación. Y la aurora de la libertad alumbrará en todos los hogares, como expresión de una nueva vida en la que el pueblo, y con él todas las fuerzas progresistas y patrióticas del país, regirán los destinos nacionales y recuperarán para siempre el perfil soberano de la República.El momento ha llegado de abandonar las comodidades o conveniencias personales, de dejar las posiciones transitorias, para entregarse por entero a lucha definitiva. Ningún venezolano que sienta la Patria en su justa dimensión puede ya inhibirse ante el paso que le corresponde dar, y el cual no es otro que la acción sacrificada en favor del pueblo. Basta ya de palabras que este gobierno no puede escuchar, basta ya de escrúpulos legalistas frente a un gobierno que no conoce otro método que la violencia ni otra práctica que el terror.Nosotros, por nuestra parte, supimos tomar el camino cierto, el rumbo justo y si no pudimos integralmente con nuestro deber, ello es resultado de los propios riesgos que desafiamos con coraje y dignidad.
II
Aquí estamos con la frente erguida ante el tribunal que habrá de condenarnos. Ni arrepentidos, ni decepcionados. Antes, por el contrario, con la moral revolucionaria más elevada y la convicción de la victoria más honda en nuestros sentimientos.Y si algo faltaba para despertar un mayor aliento porque nos encontramos seguros de la razón, aquí está el propio tribunal y con él la prueba más evidente de los que hemos venido sosteniendo. Su intervención en este juicio es justificación plena del poco respeto que el actual gobierno siente por la Constitución y las leyes del país. Este es un proceso arbitrario que viola el artículo 44 de la Carta Fundamental, referente a la irretroactividad de las leyes, al aplicárseme el Decreto Ejecutivo del 17 de octubre, fecha posterior a mi detención. Esto es indudablemente grave, pero al fin y al cabo, sirve para demostrar irrefutablemente que quienes hemos hecho oposición al presente gobierno y, con nosotros la mayoría de la opinión nacional, no hemos procedido sin base cierta. Cuando sostenemos que la Constitución ha sido violada, ha sido suplantada por intereses arbitrarios, estamos dentro de la más estricta verdad. Y es precisamente un órgano de la justicia el que nos da la razón al cohonestar una nueva violencia a las disposiciones constitucionales.El sólo hecho de apartarme de mis jueces naturales, era ya suficiente para comprender hasta donde llega el presente régimen en su conducta represiva. Un acto similar cumplido por la tiranía perezjimenista en las personas de Jesús Paz Galárraga, Luis Vera Gómez, Ismael Ordaz, Juan José Delpino, y Adelso González Urdaneta, provocó la repulsa de la opinión democrática y sus alegatos –base para el rechazo de los cargos- han sido publicadas bajo el nombre de “UN RETO A LA DICTADURA”, con prólogo del Presidente Betancourt.Aquellas páginas, como lo expresa el señor Betancourt adquirirían rango histórico porque “no son pasajeras cuartillas que corroerán el tiempo y las trazas”; pues, “los adolescentes de hoy y las promociones jóvenes del mañana encontrarán en estas páginas aliento estimulante. Apreciarán que el heroísmo también puede ser contemporáneo, y que al lado de ese bregar incansable en los campos de batalla de los que nos dieron la independencia, hay otra forma de agónica entrega a la superación de la República. La que se expresa a través de insobornable y recia dignidad cívica”.Se habla entonces del pasado bochornosa, de los atropellos cometidos por una “tiranía sangrienta, terrorista, sin escrúpulos, que llegó hasta la horrible monstruosidad de borrar el camino natural de la judicatura, para apelar a los procesos extraordinarios y los jueces militares”. Es indiscutible que las páginas de “Un reto a la dictadura”, como lo dijo el señor Presidente, cobrarían dimensión histórica, pues ellas se proyectarían hacia el futuro, como un látigo que golpearía inclemente en la conciencia de quienes habían cometido el delito o de los que, en el devenir nacional –terrible admonición-, pudieran cometerlo.¿Pensaba el señor Betancourt, al escribir aquel prólogo, que un gobierno presidido por él, repetiría en la historia los mismos vicios que tan hondo habían tocado sus sentimientos?¿Pensaba que años después –no tantos para haber olvidado aquel drama-, los que leían sus palabras estarían sometidos a la misma situación monstruosa y canallesca que el había denunciado con tanto calor?¿Qué distinto era aquel Consejo de Guerra Permanente que juzgó por el delito de Rebelión a Jesús Paz Galárraga, Luis Vera Gómez, Ismael Ordaz, Juan José Delpino y Adelso Gonzáles Urdaneta; a este Consejo de Guerra que hoy nos juzga a nosotros por el de rebelión”?¿No es caso el mismo hecho bochornoso proyectado en la distancia y en el tiempo sobre la patria oprimida?¿Nos es la misma práctica de los viejos déspotas de utilizar a hombres de uniforme para que sirvan de comparsa, de cómplices a la arbitrariedad de un Ejecutivo prepotente?La historia del ayer condenable está presente de nuevo ante los ojos de nuestro pueblo, ante nuestras conciencias democráticas. Y junto a ella, sus responsables que, envilecidos por el crimen y los vicios, se entregan al festín sin escrúpulos de la violencia.Si esto es grave, señores magistrados, mas grave todavía es que un tribunal que se supone creado para hacer justicia, pueda cohonestar convalidar las violaciones a la Carta Fundamental de la República. Los integrantes del Consejo deben conocer el artículo 46 de la Constitución, que dice: “Todo acto del Poder Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución es nulo, y los funcionarios y empleados públicos que lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y administrativas, según los casos, sin que le sirva de excusa órdenes superiores manifiestamente contrarias a la Constitución y las Leyes”.O sea, que si los señeros magistrados se prestan, ya por órdenes superiores, ya por cualquier otra circunstancia para convalidar una nueva violación a la Carta Fundamental, estarían incurriendo en un delito, sin que haya excusa alguna que pueda absolverlos de tal responsabilidad. Es decir, que ustedes, señores del Consejo, serían reos ante las futuras generaciones; serían reos de un delito constitucional que tarde o temprano tendrían que ser ventilado ante los organismos de justicia. De convalidar esta nueva arbitrariedad ejecutivista, habéis cometido un delito que os macularía ante el pueblo y ante la historia; pero si esto sería doloroso e innoble para cualquier ciudadano, ello cobraría mayor gravedad, en relación a vuestra condición de oficiales de las Fuerzas Armadas. Por este hecho, vosotros más que ninguno otro, estáis en la obligación de representar y hacer respetar la letra de la Constitución que en sus disposiciones os ordena, no sólo como ciudadanos, sino como militares, aceptarla y defenderla en su total integridad.Yo no os llamo, de ninguna manera, a que os pongáis de mi parte, pero si, para que os pongáis de parte de la Constitución, de las leyes, como es vuestro deber. Y en este juicio, como cuestión previa, no está planteada sino eso: o se está con la Constitución o se está contra la Constitución. Por ellos os pido que meditéis sobre la realidad del país y las razones que ahora nos traen ante vosotros y que no son otra que servir noblemente a la Patria escarnecida, al pueblo humillado, a la democracia ultrajada por una camarilla sin escrúpulos, empecinada en continuar disfrutando los privilegios del Poder, mientras el país en ruinas se hunde a sus pies.Sé muy bien que todos estos alegatos y razones podrían ser inútiles. No abrigo la menor esperanza de que aquellos sean acogidos y aceptados en su justo valor. Yo estoy condenado de antemano, pero tales juicios habrán de quedar como testimonio irrefutable de una nueva época dolorosa para nuestra Patria. Sé, y ello me basta, que tengo la razón, que estoy del lado de lo noble y lo justo; de lo patriótico y lo democrático. Más estas razones quedarán para que nuestros hijos, los vuestros y los míos, sepan valorar lo que predominó en este proceso viciado e inconstitucional: a que intereses servís vosotros y a cuales el condenado.Mucho de lo que aquí decimos, podría haber sido copiado textualmente del folleto prolongado por el señor Betancourt y publicado con el título de “Un reto a la dictadura”. Sin quitarle nada, pero agregándoles algo, podríamos, sin mentir, consignar ante este tribunal los mismos escritos que en los días aciagos de la tiranía perezjimenista, consignaron ante un tribunal similar, los hoy personeros del régimen, Jesús Paz Galárraga, Juan José Delpino y Adelso González Urdaneta. Como el primero, podríamos “enfrentar al hamponato” y con cifras y apreciaciones, replicar atinadamente las mentiras oficiales sobre la supuesta prosperidad del país y desenmascarar toda la política disparatada y antivenezolana de la dictadura”. O como Adelso González Urdaneta, diseccionar y enjuiciar “la desastrosa política educacional”. Peor si no lo hacemos así es porque este gobierno tiene sobre sus hombros, responsabilidades y actitudes más graves aun que aquellas por las cuales fue derrocado el régimen anterior al 23 de enero.A nosotros, según el articulado del Código de Justicia Militar que se nos aplica, se nos supone dentro de actividades nacionales llevadas a cabo en connivencia con un país extranjero. Y ello no responde sino a la campaña interesada que contra nuestra actitud revolucionaria, ha venido llevando a cabo, por todos los medios publicitarios, la Vieja Guardia, COPEI y algunas personas del Alto Mando Militar. Tal campaña, que ahora culmina en este juicio tiene un objetivo muy claro: vincular el movimiento revolucionario de Venezuela, a la tesis absurda, por anticientífica y antihistórica, de la importación de la revolución y con ello atemorizar a densos sectores de nuestra colectividad y especialmente a las Fuerzas Armadas, para ponerlos a pelear entre si.A mi se me acusa de ser agente de Fidel Castro en Venezuela; de tener un grado honorario en el Ejército Rebelde, pero quienes lo hacen, saben que mienten descaradamente, en el interés de confundir al pueblo que en distintas oportunidades nos ha demostrado su cariño y confianza. Como lo dije en mi “Carta sin sobre a Drew Pearson” –periodista al servicio del colonialismo- no soy, ni he sido, ni seré sino un soldado del pueblo venezolano en su dura lucha por la independencia nacional y la liberación. Como tal tomé las armas, dejé las comodidades de la ciudad, el bienestar de la familia, dejé el Parlamento, dejé todo, para subir a las montañas a combatir por la dignidad de la Patria, por su progreso y prosperidad.A mi y a otros se nos acusa de querer transportar a Venezuela, todas las incidencias de la revolución cubana y reproducir al calco toda la realidad histórica del aquel país. Quienes así proceden y entre ellos el Presidente Betancourt –lo cito por haber sido él un estudioso del marxismo, e incluso militante destacado del Partido Comunista-, saben muy bien que ello es absurdo, que ello es sencillamente ridículo. Todos los estudiosos de la teoría revolucionaria, entre los cuales me incluyo sin modestia alguna, saben que a realidades distintas, procesos históricos distintos. Saben que Venezuela no es Cuba y que la realidad venezolana y las perspectivas venezolanas son diferentes a las cubanas. Saben asimismo que “los esquemas que se han cumplido en Cuba, en su forma y en su desarrollo, no tienen porque cumplirse de igual manera en Venezuela”.Ello es cierto. Lo sabemos nosotros también y con base a tales realidades es que trabajamos por la revolución nacional, venezolana, que libere a nuestro país de la explotación feudal y la coyunda imperialista, y que libere a nuestros trabajadores, del abuso, el hambre, el desempleo y la miseria.Sabemos igualmente que quienes tratan de desprestigiarnos ante la nación y el acendrado espíritu nacionalista de nuestro pueblo, lo hacen jugando una carta más en su estrategia contrarrevolucionaria. Lo mismo hacen cuando, para atemorizar a los sectores menos radicalizados, asoman el fantasma de la disolución de las Fuerzas Armadas por parte del movimiento revolucionario, planteando de nuevo el esquema de Cuba. Por una parte dicen que las Fuerzas Armadas venezolanas, no son el Ejército de Batista –en ello estamos de acuerdo- y por la otra, sostienen, con marcado descaro, que el Ejército venezolano correrá la misma suerte que el de Batista. ¿Cómo explicar esta incongruencia de nuestros detractores? Muy sencillo. Estamos de acuerdo en que las Fuerzas Armadas venezolanas, al menos en su mayoría, no pueden compararse con el Ejército de Batista, no sólo por sus adelantos técnicos o su poderío de fuego, sino por algo más importante todavía. El Ejército de Batista era un ejército mercenario, pretoriano, que respondía solamente a los intereses del “caudillo”, sus oficiales y soldados eran protegidos por el dictador o algún favor debían a él. Es decir, lo mismo que quieren hacer Betancourt y Briceño Linares de nuestras Fuerzas Armadas: colocarlas al servicio de intereses bastardos, antinacionales y personalistas.En esta materia también hay realidades distintas entre los dos países. Yo sé que aquí, la gran mayoría de la oficialidad joven, por ejemplo, se mueve al calor de sentidos principios revolucionarios, es antiimperialista y no responde al egoísmo de algunos de sus jefes. Por ello se les vigila y discrimina; se les persigue y amenaza. Y muchas veces, se les constriñe a tomar posiciones que no corresponden a sus verdaderos sentimientos. Se les obliga a hacer de policía represiva para que manchen sus manos con sangre del mismo pueblo al cual ellos pertenecen, para llevar sobre si la responsabilidad de matar estudiantes, obreros y campesinos que en ciudades y montañas combaten la ferocidad oficial.Claro está que en la Institución Armada venezolana, hay hombres indignos de portar el uniforme que como Briceño Linares y otros miembros del Alto Mando sirven a intereses contrarios a la Patria. Y es claro también que en el Ejército de Batista hubo hombres dignos, patriotas que como el Gallego Fernández y el Comandante Casteñeiras –entre los que conozco- se levantaron contra el despotismo y hoy, no sólo pertenecen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, sino que son respetados y queridos por el pueblo.
Nada tiene que temer a una revolución nacional los que llevan con dignidad patriótica, honestidad y vocación republicana, su investidura militar.Las revoluciones no se hacen para destruir las Fuerzas Armadas sino para colocarlas al servicio de la nación. En ningún momento de la historia de un país se necesita tanto la existencia de unas Fuerzas Armadas poderosas, técnicamente superadas, que en su vida revolucionaria, cuando hay que hacer frente a los grandes intereses extranjeros que al lado de los sectores desplazados del Poder que le concedían todos los privilegios, se alzan con su poderío militar para reconquistar sus posiciones.Cuando Venezuela conquiste su independencia y recupere sus riquezas hoy explotadas por el capital monopolista extranjero, es indudable que necesitará de unas Fuerzas Armadas poderosas y técnicamente y moralmente capaces de resguardar nuestro patrimonio, de cuidar nuestra soberanía. Y es así como el movimiento revolucionario, consciente de ello, ha hecho descansar su lucha de vanguardia en las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, núcleo inicial de de la gran unidad cívico militar para combatir la penetración imperialista y hacer del país, como lo quiso nuestro Libertador Simón Bolívar, una patria libre y verdaderamente soberana.Por el contrario, los únicos que si tienen el firme propósito de destruir en su esencia el carácter nacional de las Fuerzas Armadas, son aquellos que como Betancourt y Briceño Linares, quieren la subsistencia de un país de un país aherrojado al destino del imperialismo y mediatizado por la influencia extranjera. Es solamente a esta política de claudicación y de entrega que los venezolanos todos deben combatir con criterio nacional, con firme vocación patriótica.Ustedes, señores magistrados, como oficiales y con ustedes todos los efectivos de la Institución Armada, deben saber estas cosas para, con razón a la verdad, comprender lo que el movimiento revolucionario espera de sus Fuerzas Armadas y de quienes sepan incorporarse a el, teniendo solamente como interés, el único que en estos momentos corresponde a todos los venezolanos derrotar la política entreguista del presente gobierno y trabajar juntos por un porvenir luminoso y digno para la Patria.En todo momento hemos buscado esta unidad, la unidad cívico-militar, en la integridad de sus fuerzas progresistas, porque la consideramos indispensable para echar a andar el país por el camino de la democracia y el desarrollo económico independiente, porque la sabemos indispensable para garantizar la tranquilidad y la paz de la familia venezolana y poner término a las crisis permanentes que sacuden las entrañas mismas de la nación.¿Cómo no contar para ello con la integración de las Fuerzas Armadas en un frente común de liberación nacional?¿Es acaso que la mayoría de los oficiales, clases y soldados, está de acuerdo con la entrega de nuestras riquezas al capital extranjero y la mediatización de nuestra soberanía por misiones militares de otros países?¿Es acaso que la mayoría de los oficiales, clases y soldados, están de acuerdo en continuar como fuerzas de choque, como policía de represión política, al servicio de intereses sectarios que sale benefician a una camarilla corrompida?¿No son la mayoría de los oficiales, clases y soldados, parte del pueblo hoy humillado y perseguido?¿No son los oficiales de aire, mar y tierra, parte de la nación saqueada por la voracidad imperialista y esclavizada por los consorcios extranjeros?¿Son ustedes, señores oficiales, contarios a la liberación del país, a la utilización de sus riquezas como medio efectivo de progreso económico y desarrollo social que mejoren las condiciones de vida del pueblo y lo incorporen al bienestar democrático?Yo sé que estas interrogantes no pueden ser respondidas fácilmente, pero aquí las dejamos, para que ustedes, señores del Corte, y quienes puedan leer este alegato, mediten seriamente, piensen desapasionadamente y saquen sus propias conclusiones.
III
Nuestra lucha no ha sido en ningún momento, ni ayer ni hoy, una actitud ambiciosa ni egoísta. Ella forma parte de un sentimiento colectivo que se agita en el corazón de todos los venezolanos interesados en conducir al país por senderos de felicidad y bienestar, por recuperar el tiempo perdido, por evitar que la sangre siga derramándose por culpa del enemigo común.
Muestra de ellos fue nuestro probado desprendimiento personal el 23 de enero y la actitud que ahora tomamos al dejar la alta posición que ocupábamos en el seno de la Cámara de Diputado por mandato del glorioso pueblo de Caracas, hoy perseguido y humillado.
En la carta de renuncia a nuestra curul parlamentaria, expliqué detenidamente lo motivos de ella, sus causas fundamentales que se mueven íntimamente unidas a la crisis general que vive el país. Y en el mismo momento expusimos con claridad meridiana el programa de nuestra lucha, que es la lucha de todos los patriotas venezolanos, cuyo único móvil es la liberación nacional. Con ese programa está de acuerdo todo nuestro pueblo, las organizaciones de masas y la Institución Armada; los industriales progresistas y el comercio venezolano, independientemente de su ideología, posición económica o situación profesional.¿Cómo no va a estar de acuerdo el pueblo y con los sectores progresistas de la nación, civiles y militares, con un programa de liberación antiimperialista, cuando todos saben que la explotación de las riquezas nacionales por los monopolios extranjeros, es causa fundamental de nuestro subdesarrollo y miseria?¿Cómo no va a estar de acuerdo el pueblo y al oficialidad patriótica de las Fuerzas Armadas con un programa nacionalista tendiente a recuperar esas riquezas nacionales para utilizarlas en la solución de los grandes problemas que aquejan al país?¿Cómo no se va a estar de cuerdo con un programa destinado a realizar la Reforma Agraria, industrializar el país, mejorar la educación, liquidar la miseria, el desempleo, el hambre y la ignorancia?¿Cómo no van a estar de acuerdo civiles y militares en un programa para mejorar la situación económica y social, ampliar el mercado de consumo, abaratar el costo de la vida, liquidar el problema de la vivencia y elevar el poder adquisitivo de los sectores menos favorecidos?¿Y qué otras cosas, sino estas son las que contemplan la plataforma de lucha de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, a las cuales pertenecemos con orgullo?Sólo los enemigos del pueblo y de la Patria, podrán estar en desacuerdo con tales postulados. Y sólo los enemigos del pueblo y de la Patria, no podrían acompañarnos en esta lucha decisiva para el interés colectivo de la nación.Y es, señores magistrados, que esos enemigos aposentados hoy en el Poder, son los responsables de toda nuestra tragedia actual, de que nuestra familia la familia venezolana, viva horas interminables de angustia y no se sienta segura ni vea perspectivas ciertas para su porvenir.
Nadie más que ellos, es responsable de lo que acontece actualmente; del enguerrillamiento y la violencia, de la crisis económica y el deterioro social. Nadie más que ellos, que Betancourt y los sectores más agresivos de la Vieja Guardia, COPEI y el Alto Mando Militar, son responsables del gran drama nacional, de las muertes y los robos al tesoro público que tanta preocupación causan en nuestra colectividad.Son ellos precisamente, señores magistrados, los que debían estar, y algún día lo estarán, sentados frente al tribunal, rindiendo cuentas de sus múltiples delitos; como reos de traición a los intereses nacionales, como reos de peculado; como responsables de una tragedia que jamás la historia habrá de olvidar.
Nosotros, por nuestra parte, no hemos cometido delito alguno; antes por el contrario hemos sabido cumplir con un deber de ciudadanos honestos. Por esto rechazamos enfáticamente los cargos que nos ha formulado el señor Fiscal y que hemos oído con atención serena y firme reposo espiritual.
Señores del Consejo: Nosotros estamos libres de toda culpa, no somos responsables de nada que no sea una digna conducta al servicio de la Patria oprimida. Si vosotros queréis cometer el delito señalado en el artículo 46 de la Constitución Nacional y que el pueblo y la historia, os maculen para siempre, entonces, CONDENADME.
Fabricio Ojeda
Caracas,
Cuartel San Carlos,
Noviembre de 1962
Frente de Liberación Nacional
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN)
01 de Agosto de 1963

Prólogo de Fabricio Ojeda a "Venezuela Ok"

Venezuela es en estos momentos uno de los principales focos de la atención internacional. Su situación geográfica, sus inmensas riquezas petroleras y mineras, las elevadas inversiones imperialistas y la lucha que en el país está librándose con denodado heroísmo, constituyen los factores principales de esta atención que converge, no sólo a la actualidad nacional, sino sobre la suerte futura que indudablemente está ligada al proceso revolucionario que sacude las entrañas mismas de la nación.
Muchos periodistas extranjeros, numerosos observadores políticos, han dedicado gran parte de su trabajo a analizar y divulgar los elementos e incidencias de un movimiento político dinámico que se abre en perspectivas ciertas de victoria. Y Manuel Cabieses, que ha vivido esta realidad, escribe sobre ella con pasión extraordinaria. Lo hace en forma objetiva, realista, sin caer en exageraciones, ni frases rebuscadas. Su lenguaje es sencillo, directo, cáustico siempre. Él describe todo nuestro proceso revolucionario con base en datos que el ejercicio del periodismo y su capacidad de investigación le han puesto en las manos. Los maneja con destreza, a la vez que con mesura y acierto.
Su reportaje –como el mismo califica- constituye uno de los documentos más valiosos que para el conocimiento y comprensión de la lucha del pueblo venezolano, haya podido publicarse. Y aunque el libro está dedicado especialmente a los lectores extranjeros, tiene gran interés para los nuestros, que en él encontrarán lo más vivo de una lucha apenas en comienzo. Y es que ya ella está sembrando de hechos trascendentes de acciones históricas, que no pueden pasar inadvertidas, ni callarse, sin faltar a la verdad.
Cabieses lo comprende así, lo entiende de esta manera y narra los hechos, analizas las causas y los califica sin ambajes. Es un proceso revolucionario en marcha que nadie puede detener ni nada puede frenar, porque el pueblo venezolano –heroico y decidido a lo largo de su historia- ha comprendido que sólo en la revolución encontrará las bases de una nueva vida, libre de explotación, miseria e ignorancia. Y que ésta no puede llegar por generación espontánea, sino que es preciso realizarla, aún a costa de los mayores riesgos y sacrificios. Poco le ha importado la represión salvaje, el crimen ni la tortura que el gobierno de Rómulo Betancourt ha practicado sin compasión alguna. Y cuando unos caen acribillados o prisioneros, otros avanzan con mayor coraje y decisión, sin importarles correr la misma suerte. Es aquí, precisamente, en esta valentía redoblada, donde radica la razón fundamental de la victoria segura. Nadie en Venezuela duda sobre el destino promisor que le espera y esta claridad de pensamiento hace aun más violenta la reacción de quienes aspiran a dominar eternamente, a oprimir para siempre. Las clases dominantes –el imperialismo y sus aliados nacionales- se hacen cada día más agresivas y criminales. No se detienen ante nada, ni siquiera ante los principios fundamentales de la Constitución Nacional, que sus representantes más conspicuos, como el Presidente Betancourt se jactan de respetar en la esencia democrática del régimen.
Nada ha permanecido incólume frente a su furia terrorista. Ni las instituciones más elevadas de la democracia representativa, como el Parlamento; ni el respeto a la vida que la legislación fundamental consagra; ni lo más elementales derechos del hombre, como el de la libre expresión del pensamiento, el de reunión, el de agruparse en partidos políticos, la libertad de trabajo o el derecho a la enseñanza, son respetados ni acatados. Para el gobierno venezolano no hay dique que pueda contenerlo. Las obligaciones legales son apenas letra muerta que en nada parece comprometerlo. Todo el asidero del sistema “democrático liberal-burgués”; sus principales pilares se han ido al suelo, han quedado inexistentes ante la violencia desatada con furia ultramontana.Nuestro pueblo no se ha amilanado ante los más duros golpes. Y en cada caso ha sabido responder con igual o superior agresividad. La violencia oficial lo ha obligado a dominar nuevas formas de lucha, hasta llegar a utilizar los mismos métodos, las mismas prácticas que, al principio, constituyeron sus elementos esenciales de autodefensa, pero que al correr del tiempo, una vez superada y mejorada la organización, crecido el sentimiento hostil, pasaron a ser realidad estratégica ineludible. Y a estas alturas de la lucha, cuando atrás han quedado numerosas víctimas, ya el combate, autodefensivo primero, cobra distinta dimensión y persigue nuevos objetivos: el triunfo de la revolución para liberar al país de las coyundas imperialistas y a su pueblo, del atraso, la explotación y la miseria.Una vanguardia aguerrida, constituida en su base fundamentalmente por la juventud, se ha propuesto abrirse paso y conquistar el triunfo. En todos los sectores que integran la sociedad venezolana, desde la burguesía nacional hasta los más humildes y desposeídos, pasando por efectivos de la Institución Armada, se aglutinan en un movimiento casi sin precedentes en nuestra historia, con la firme decisión de lograr una vida distinta, nueva, capaz de transformar las carcomidas instituciones de un sistema violento y represivo, donde la injusticia y el privilegio son su asidero principal.Esta lucha armada, que es la esencia del camino escogido, no es solamente, de los deseos e inquietudes de una generación, formada en el sacrificio, acrisolada en el combate cotidiano, sino resultado de condiciones objetivas, claras, precisas. Es, por sobre todas las cosas, expresión de una situación insoportable que nadie, ni el más insensible, puede mirar con indiferencia. Todos hubiésemos preferido que la suerte de Venezuela hubiera podido decidirse en forma pacífica, cívica, porque esta solución evitaría la pérdida de vidas preciosas, la destrucción de instrumentos y medios útiles para el progreso y el desarrollo. Pero desgraciadamente las clases dominantes lo han impedido con todos los recursos a su alcance. Y a nuestro pueblo no le ha quedado otro medio que recurrir a la violencia, dominar sus métodos, para alcanzar el sagrado objetivo. Sabemos que esta lucha es dura y difícil, larga y compleja, más no por eso escatimamos esfuerzo alguno para llevarla a su fin, seguros que con él alumbrarán la paz, el sosiego y la tranquilidad. Y que, además se logrará la solución definitiva de los grandes problemas que sacuden la existencia nacional y corren el alma misma del pueblo.Venezuela es hoy un volcán en erupción. Es un país sembrado de combatientes revolucionarios, agitado por una crisis profunda que polariza la lucha en dos grandes corrientes, en dos campos distintos; el uno, los sectores ubicados en el camino del progreso, de la liberación, de la justica. El otro, el de los factores conservadores, coloniales, opresivos. No es, como muchos pretenden fuera y dentro de nuestra frontera, un problema de inspiración comunista, que llevaría necesariamente a colocar su solución bajo las banderas de esa parcialidad ideológica; mucho menos, obedece a lo que se ha dado en llamar la “importación de la Revolución Cubana” o el trasplante a nuestro país de los métodos, fórmulas y procedimientos utilizados por otros pueblos, de acuerdo con sus propias realidades históricas. Es claro, meridionalmente claro, que Venezuela tiene planteado ante sí una revolución de carácter nacional que responde a la realidad de sus estructuras, de su desarrollo económico y su existencia social, cuyas principipales características son las de una nación intervenida por el imperialismo norteamericano, que controla y explota sus principales fuentes de riqueza y que, a través de este dominio económico, impone la realización de una política que no corresponde a los anhelos y sentimientos colectivos del pueblo. De aquí que nuestra necesidad primordial es erradicar los factores de la dominación extranjera, la opresión de los grupos internos que sirven de intermediarios a aquellas políticas, para levantar en su lugar un régimen democrático, nacionalista, venezolano, capaz de resolver los grandes problemas que conforman nuestro drama nacional.
En este camino, la experiencia histórica del proceso venezolano, el poderío del enemigo a vencer, la ineficacia, demostrada durante los últimos cinco años, de la llamada “democracia formal o representativa”, ha conducido a nuestro pueblo a la conclusión de que la conquista de los objetivos planteados –la libertad, independencia y desarrollo nacionales- no pueden conseguirse sino por medio de la lucha armada, de la acción revolucionaria, que permita la toma del poder político por el pueblo y, en consecuencia, el ejercicio de una política democrática y popular que liquide la injustica, el privilegio y la servidumbre.“He vivido cinco años en Venezuela, que es, por muchas razones –dice Cabieses- , mi segunda patria. Vi como el ímpetu revolucionario del pueblo, luego de deshacerse de una tiranía, pretendió enfrentarse a los intereses extranjeros que dominan al país. He visto como ese pueblo fue brutalmente estafado en sus aspiraciones por un líder y un grupo de dirigentes que hace un cuarto de siglo encarnaban, dentro y fuera de su patria, un ideal, que a pesar de ello sigue luchando sin descanso por rescatar la dignidad y conquistar la independencia de América Latina”.Y agrega;“Yo sé que los venezolanos triunfarán en su empeño… el coraje del pueblo venezolano será el factor determinante de la victoria…”Esta es la realidad.Nuestro país no seguirá por mucho tiempo bajo la bota imperialista. No continuará llevando sobre sus espaldas la carga ignominiosa de la opresión ni el peso despiadado de una crisis económica y social que lo hace arrastrar en la miseria. Tampoco continuará siendo trampolín de ambiciones subalternas y egoístas, de líderes vencidos por la historia, de grupos minoritarios, de tiburones voraces e insaciables.Lo aseguraremos así, tajantemente, sin el menor temor, porque sabemos de la gran capacidad combativa de nuestro pueblo, de sus extraordinarias reservas morales. Y lo que es tan importante como esto, porque está decidido –lo ha demostrado con hechos heroicos- a vencer o morir, y porque cuenta ya con organizaciones de vanguardia, mental y físicamente preparadas, para llevar adelante su ideal patriótico.Ya en nuestras empinadas montañas los frentes guerrilleros han superado la etapa más dura y precaria. Son destacamentos fortalecidos por el apoyo campesino, animados e impulsados por el calor popular que los alienta con su ayuda moral y material. Y son ya focos invencibles que han derrotado sucesivas arremetidas del ejército. En los Estados Falcón, Portuguesa, Lara y la región oriental se halla consolidado el núcleo fundamental de la vanguardia armada de nuestro pueblo.Por otra parte, las guerrillas urbanas, organizadas en pequeños Comandos: las UTC (Unidades Táctica de Combate), imprimen una mayor amplitud a la lucha revolucionaria y que, como la acción armada rural, mantienen viva la llama de la resistencia y el combate. Sus valerosos integrantes, con una abnegación indescriptible, desafían los mayores peligros, los más apremiantes riesgos, sin desmayar un momento. Esta abnegación y heroísmo les ha ganado la admiración colectiva y a contribuido a elevar el fervor, la solidaridad y el apoyo de las masas populares que, al principio, se mostraban resistentes a las nuevas formas de lucha, y algunas veces se veían confundidas por la recia y sostenida propaganda oficial.El cuadro sería incompleto si no mirásemos a otro sector importante de la vida nacional: las Fuerzas Armadas, cuyas características en Venezuela le dan un aspecto distinto a los demás ejércitos latinoamericanos. En nuestro país, la inmensa mayoría de los oficiales y sub-oficiales profesionales de carrera proviene de las capas medias y humildes de la población, lo cual los hace más sensibles ante los problemas populares. Los grandes apellidos vinculados a la burguesía u otros sectores de las clases altas, están ausentes de las nóminas militares. Los mismos requisitos para el ingreso a las escuelas de formación de oficiales, entre los cuales figuran la obligatoriedad de tres años de estudio secundario, hace que los aspirantes pasen por los liceos de la República, donde existe un alto grado de politización entre el estudiantado. No hay que olvidar que los estudiantes de liceos (Institutos de Educación Secundaria) y universidades, constituyen los factores más radicalizados de la juventud que, indudablemente, sobre la cual recae el mayor peso de la lucha actual.Es asimismo cierto que, dadas las condiciones del proceso histórico-militar venezolano, las realidades de una democracia social efectiva, se ha imposibilitado el establecimiento de normas restrictivas que pudieran hacer de nuestras Fuerzas Armadas un instrumento clasista que, como tal, respondiera exclusivamente a la defensa de sus intereses. No se puede hablar, por tanto, de una casta militar en Venezuela, a pesar de estar las Fuerzas Armadas al servicio de intereses extraños contra los cuales se comienza a observar profunda reacción.La oficialidad venezolana es, por aquellas y otras razones, por el alto concepto del patriotismo arraigado en su mayoría , un sector altamente receptivo y asequible a una línea de acción de carácter nacionalista, revolucionario, que tienda a instaurar un régimen democrático, de contenido popular y nacional, para la liberación del país y su desarrollo económico independiente. Prueba de ello la encontramos en las proclamas y documentos en los cuales los oficiales insurgentes explicaron los movimientos del 4 de mayo en Carúpano y del 2 de junio en Puerto Cabello. Su contenido doctrinario, su basamento ideológico, demuestran lo avanzado del pensamiento político, revelan la concepción democrática de quienes, habiéndose formado en la disciplina castrense, no han dejado de sentir los problemas de su pueblo ni de escuchar el clamor general por una vida distinta, donde la reconquista de la soberanía nacional y la recuperación de las riquezas, en manos de los monopolios extranjeros, constituyen los lineamientos y principios esenciales.Nuestra lucha no es, como muchos lo han afirmado, una lucha entre el pueblo y el ejército. Así lo han comprendido gran parte de los oficiales que día a día se sienten más identificados con ella. Hay ya militares de carrera, egresados de sus escuelas, en los Comandos y dirección de los frentes guerrilleros, y otro gran número repudian al presente régimen. Muchos de éstos están agrupados en las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (F.A.L.N.), instrumento principal de la lucha revolucionaria. En el Estado Mayor de éstas se dan la mano desde el militar católico de formación eminentemente castrense hasta universitarios de ideas radicales que en las montañas del país comandan las acciones guerrilleas. La nueva Institución –brazo armado del FRENTE DE LIBERACIÓN NACIONAL- constituye el paso más trascendente en la unificación de las fuerzas que, con claras perspectivas, combaten la pseudo-democracia, la dictadura mejor, que oprime y persigue a nuestro pueblo.No se trata, pues, de organizaciones gregarias, de brigadas autodefensivas del pueblo, sino de instituciones revolucionarias permanentes –síntesis del deseo general de las mayorías nacionales- que avanzarán en su anhelo de conquistar la independencia del país y establecer un gobierno de contenido nacionalista que garantice el desarrollo económico y progreso social del país. Y si de algo todos estamos convencidos es de que esta lucha no concluirá, sea cualquiera la suerte inmediata, hasta no lograr el objetivo esencial: la Liberación Nacional.Los cinco capítulos de la obra de Cabieses recogen esta realidad incontrovertible. Sus páginas son testimonio de una decisión que nada podrá impedir su cumplimiento. Venezuela vive la hora más apasionante de su historia en la lucha por la nueva independencia. Es un proceso que arranca de las gloriosas gestas del pasado que, bajo la guía genial del Libertador simón Bolívar, sacudieron la América, destrozaron cadenas y crearon un sentimiento anticolonial que vive en lo más hondo de su pueblo.
En esta hora no se trata de nada distinto, sino de reafirmar la fe patriótica de los creadores de la nacionalidad venezolana y revivir en la distancia y en el tiempo, el sagrado principio de que Venezuela es y será siempre un país libre e independiente de toda tutela extranjera.
FABRICIO OJEDA
Trujillo
Cárcel Nacional, Agosto de 1963.